Un disco es un elemento circular que permite registrar ciertos datos. Flexible, por su parte, es aquello que se puede doblar con facilidad (y que, por lo tanto, no es totalmente rígido).
La idea de disco flexible alude a un soporte que se emplea para almacenar información. Se trata de una lámina circular magnética que se protege con una cubierta rectangular o cuadrada de plástico.
También conocidos como floppy disks, diskettes o disquetes, los discos flexibles eran muy usados en computadoras (ordenadores) para guardar y trasladar archivos digitales. Estos discos se insertaban en el equipo a través de una disquetera, un dispositivo que servía para leer y escribir (grabar) los disquetes.
Los primeros discos flexibles que alcanzaron la popularidad fueron los discos de 5 ¼ pulgadas con una capacidad de almacenamiento de 1,2 MB, surgidos a mediados de la década de 1980. Algunos años más tarde aparecieron los discos flexibles de 3 ½ pulgadas con capacidad de 1,44 MB.
En estos discos flexibles era posible almacenar documentos de oficina, fotografías, programas informáticos y juegos, por ejemplo. En algunos casos, el archivo se dividía en varios discos. A partir del siglo XXI, los discos flexibles cayeron en desuso por el desarrollo de tecnologías más avanzadas, como el CD-ROM, el DVD, el Blu-ray, las memorias USB y el almacenamiento online, entre otras.
La poca capacidad de almacenamiento (1,44 MB de un disco flexible de 3 ½ pulgadas frente a 700 MB de un CD o más de 4 GB de un DVD, los cuales se duplican si se graba en dos capas, sin entrar en las decenas de gigabytes que pueden albergar los Blu-rays) y la escasa vida útil por acción del desgaste convirtieron a los discos flexibles en objetos obsoletos. Desde hace varios años, de hecho, las computadoras que se comercializan ya no incluyen disquetera.
Debemos situarnos en el contexto histórico para comprender el impacto que supuso el disco flexible en el mercado, más específicamente en los usuarios que de un día para el otro recibieron la posibilidad de llevar en el bolsillo sus documentos y programas. En una época en la cual todavía no existía Internet y los ordenadores eran muy grandes y pesados, no era una buena idea llevarlos de la casa a la oficina, o a las casas de nuestros amigos para enseñarles nuestras creaciones, por ejemplo.
Si bien existían otros medios de almacenamiento, como ser las tarjetas perforadas, su manipulación y mantenimiento eran procesos mucho más complicados y delicados: la propia máquina encargada de ordenar las tarjetas podía fallar de forma inesperada y destruirlas en un parpadeo. Una de las ventajas extras del disco flexible era la presencia de un pequeño pestillo que servía para evitar que alguien borrara o sobrescribiera los archivos por error.
El hecho de que los ordenadores actuales no incluyan lectoras de discos flexibles no significa que nadie los utilice. Como en todos los ámbitos, la informática tiene un cierto público amante de las tradiciones, que vive de una forma muy particular su relación con los programas y los dispositivos hoy en día considerados «clásicos», y eso les impide dejar atrás estos discos de almacenamiento, por difícil que les resulte mantenerlos.
Los videojuegos son una forma de arte joven, pero han tenido una historia muy intensa: desde su aparición en las salas recreativas durante la década de los 70 hasta la actualidad, han atravesado una evolución tecnológica sin igual, que los ha llevado desde los gráficos a base de píxeles a las sofisticadas imágenes tridimensionales que vemos a diario, cuya fidelidad las acerca cada vez más a la realidad. Dadas las características de los primeros títulos, era posible almacenarlos en uno o más discos flexibles, y los puristas no están dispuestos a traicionar este formato por cuestiones de comodidad.