Un trastorno del lenguaje es una alteración que atenta contra la comunicación lingüística. Estas perturbaciones afectan a la persona en cuestiones lingüísticas (ya sea para producir, codificar, decodificar y/o entender mensajes) y en otros aspectos, como el rendimiento académico.
Entre los trastornos del lenguaje podemos encontrar a la disortografía o disgrafía disléxica. Se trata de una anomalía vinculada a la ortografía que lleva al individuo a enfrentar dificultades a la hora de escribir de manera correcta.
La disortografía, por lo tanto, no altera la grafía o la traza de las palabras. Lo que hace es incidir en cómo el sujeto escribe los términos en cuanto a las reglas ortográficas.
Existen varias causas que pueden provocar la disortografía, como problemas en la percepción auditiva, visual o espacio-temporal; inconvenientes para articular los fonemas; o un déficit intelectual. La disortografía incluso puede deberse a una razón pedagógica o a la falta de motivación.
Cuando la disortografía afecta la conversión de fonemas (sonidos) a grafemas (caracteres escritos) o a la creación fonológica, se habla de disortografía natural. En cambio, si se asocia solamente a las reglas ortográficas, se trata de disortografía arbitraria.
Si bien la disortografía no es un problema cuya gravedad ponga en riesgo la salud del sujeto, sí puede dificultarle considerablemente su desenvolvimiento en la sociedad. En el ámbito estudiantil, por ejemplo, son comunes los exámenes de aptitud, y un cuadro relacionado con la escritura puede ponerlo en desventaja desde el principio. Para conseguir trabajo, ya desde la elaboración del currículo hasta la escritura de documentos empresariales no es ideal la falta de control sobre la corrección ortográfica.
Veamos a continuación algunos de los síntomas más comunes de la disortografía, que a veces pasamos por alto creyendo que no son dignos de importancia o bien los adjudicamos a una falta de voluntad por parte de quien los exhibe:
* sustitución de fonemas: esto puede darse a causa de que dos fonemas se articulen de modo similar, algo que ocurre con las duplas f y , p y b o t y d, entre otras;
* omisión: a veces se omite una consonante de un par que pertenecen a la misma sílaba («cata» en lugar de «carta»), otras se omiten letras que al pronunciar la palabra pierden fuerza (la «s» final de los plurales) o bien se eliminan sílabas enteras. Otro caso muy común es la omisión de la letra «h», dado que en nuestro idioma es muda salvo que se encuentre después de la «c». El más llamativo es la omisión de una palabra completa;
* adición: son casos similares a los anteriores, pero opuestos. A veces se añaden letras («albeldrío» en lugar de «albedrío»), otras se agregan sílabas («tomatate» en lugar de «tomate») y otras, palabras completas;
* inversión: se intercambia el orden de dos letras («burto» en lugar de «bruto»), de dos sílabas («cacebera» en lugar de «cabecera») o de dos palabras;
* sustitución por parecido: aquellas letras que gráficamente son muy similares pueden confundirse en un caso de disortografía (la «b» y la «d», la «q» y la «p»);
* confusión de palabras: en este caso los significados son diferentes según el fonema, como sucede con «botar» y «votar».
El tratamiento de la disortografía puede llevarse a cabo de diferentes maneras. De acuerdo a los especialistas, es clave que el pedagogo ayude a la persona a desarrollar mecanismos para fijar y evocar la escritura correcta de las palabras. También es imprescindible fomentar los ejercicios y las prácticas para lograr la retención de las reglas.
Antes de definir el tratamiento, resulta clave determinar el tipo de disortografía. Las falencias pueden registrarse en la adquisición de la ortografía, la articulación del lenguaje, etc., con lo cual la asistencia debe centrarse en distintos aspectos.
