Efímero es un término proveniente de un vocablo griego que significa «de un día» y que permite nombrar a aquello pasajero o de breve duración. Algo efímero tiene poca vida y desaparece al poco tiempo.
Por ejemplo: un jugador de fútbol es contratado por un club, juega dos partidos y rescinde su contrato. La prensa habla, entonces, del efímero paso del jugador en cuestión por el equipo.
«Estamos juntos desde hace treinta y ocho años, sólo tuvimos peleas efímeras», en tanto, puede explicar un hombre que hace referencia a un matrimonio de gran extensión. Lo efímero es lo contrario a lo extenso, largo y duradero: se trata de lo fugaz, momentáneo o transitorio.
El arte efímero
En este marco, no podemos pasar por alto la existencia de lo que se conoce como arte efímero. Así se conoce a la expresión artística que tiene un carácter perecedero y que, por tanto, no deja un objeto perdurable para la posteridad. Y en el caso de que sí lo deje, el mismo no resulta representativo de la etapa en la que fue creado.
Muchos son los tipos de arte que se englobarían dentro de esta categoría. Entre los más significativos se encuentran la moda, el body art, la gastronomía, el graffiti y la pirotecnia.
Es importante destacar que además cuando hablamos de arte efímero nos estamos refiriendo a un tipo de expresión artística que inevitablemente depende del gusto social y de las tendencias. De ahí que para conseguir convertirse en un referente en un momento determinado se requiere que tanto los medios de comunicación como el propio sector de la crítica de arte jueguen sus eventuales méritos.
De la misma forma, además de los ejemplos citados como arte efímero, tenemos que señalar que el desarrollo y expansión de las nuevas tecnologías también ha dado lugar a la existencia de nuevas manifestaciones artísticas de esta clase. En concreto, bajo dicha denominación se hallan también el láser, el arte nocturno que trae consigo el neón o el llamado sound art, que es la unión del sonido con las artes visuales.
Otros usos de la noción
La cachipolla, un insecto de dos centímetros de largo con manchas en las alas que habita en las orillas del agua, es conocida como efímero ya que su vida apenas dura un día.
Esteban II, por su parte, suele ser mencionado como el Papa efímero ya que murió tres días después de haber sido elegido, en 752. El religioso no figura las listas oficiosas de pontífices ya que falleció antes haber sido ordenado como obispo de Roma, un requisito para ser papa por entonces.
En un nivel filosófico, lo efímero está asociado con lo poco relevante, superficial e intrascendente. Se supone que las bellas artes y las manifestaciones más excelsas de la cultura logran perdurar en el tiempo (por lo tanto no son efímeras): «El crítico de arte aseguró que la actual exhibición montada en el Museo de Bellas Artes tendrá una vida efímera y pronto será olvidada por los asistentes».
Ejemplos de efímero
Teniendo en cuenta todo lo expresado a lo largo de este artículo, podemos mencionar otros ejemplos de efímero para complementar la definición del concepto.
Supongamos que alguien consigue un trabajo temporal de dos meses. El individuo en cuestión sabe que ese empleo le brindará ingresos por un periodo corto: dispone de una ocupación ocasional que pronto ya no tendrá.
Pensemos el uso de un perfume. Hay un efecto instantáneo ya que el aroma enseguida puede percibirse. Pero es algo volátil, cuya desaparición no se demora. Ese efecto efímero y limitado, de todos modos, está asociado a lo sensorial: más allá de la evaporación de la fragancia, puede quedar un recuerdo atemporal de esa percepción.
Una burbuja y una chispa también son efímeras. Lo mismo que fenómenos atmosféricos como la niebla, la bruma o los relámpagos. Incluso las nubes son efímeras ya que, tarde o temprano, desaparecen del cielo.
Retomando las ideas de la filosofía, lo efímero es temporario o puntual, puede decirse que está condenado al olvido. Por el contrario, lo trascendental no experimenta una degradación o una desintegración, sino que incluso puede registrar una metamorfosis o una evolución.
De todas formas, deben considerarse distintos matices. En un sentido, suele afirmarse que la vida es efímera: ningún ser humano, con los conocimientos científicos y las técnicas que existen en la actualidad, puede vivir mucho más allá de los 100 años. No obstante, es posible «hacer algo» trascendental en la vida y perdurar a través de lo obrado, el recuerdo, etc.
Por ejemplo, William Shakespeare fue un hombre de paso efímero por la Tierra: vivió 52 años. Sin embargo, pese a su desaparición física hace más de cuatro siglos, se lo sigue teniendo presente. Hombres y mujeres que nacieron muchísimos años después que él saben quién es, conocen su trabajo y tienen acceso a las ideas que plasmó en sus obras. Podría afirmarse que Shakespeare, como muchas otras figuras de la historia universal, logró trascender lo efímero de su existencia terrenal.