Del latín elogium, un elogio es la alabanza de los méritos y cualidades positivas de una persona, un objeto o un concepto. El elogio consiste en una afirmación que puede realizarse tanto en privado como de forma pública.
Por ejemplo: «Me sorprende recibir un elogio semejante de alguien como tú», «La prensa no ahorró elogios para calificar la actuación del tenista chileno», «Siempre dicen que soy un hombre temperamental, lo cual considero un elogio».
Efectos positivos del elogio
El elogio tiene un efecto positivo sobre la salud mental del individuo que lo recibe, ya que produce en él una influencia positiva sobre nuestra personalidad y carácter. Algunos psicólogos sostienen que dar y recibir elogios resulta sano y beneficioso, ya que contribuye a mejorar la autoestima.
Si una persona comienza a trabajar y, al término de su primera semana de labores, recibe un elogio por parte de su jefe, es probable que se sienta motivado para seguir trabajando con ímpetu y buena predisposición.
La crítica
Lo contrario al elogio es la crítica. Si el sujeto del ejemplo anterior recibe un comentario negativo, una crítica destructiva, en su primer día de trabajo, lo más probable es que se desmotive y que sienta una fuerte presión que terminará perjudicando su rendimiento.
En algunos casos, los elogios y las críticas generan escasa o nula influencia en el individuo. Las personas que sufren de autismo o esquizofrenia, por ejemplo, resultan poco permeables a los estímulos verbales.
El elogio y el equilibrio
La utilización de elogios y críticas refleja la subjetividad de la persona que los pronuncia. Lo que puede resultar elogioso para uno, puede pasar desapercibido o parecer negativo para otro. Más aún, no todos aprecian los comentarios positivos acerca de su trabajo, por difícil que resulte de creer para otros; quienes crecen en un entorno que resalta cada uno de sus logros, cada virtud, que festeja sus éxitos sin excepción, suelen generar una especie de rechazo hacia los elogios y buscan, en cambio, los desafíos.
Esto no quiere decir que elogiar constantemente a alguien sea necesariamente negativo; como ocurre en otros casos, el equilibrio suele ser la base ideal para el uso de este tipo de afirmaciones. Si un individuo cercano a nosotros suele actuar de forma admirable, no está de más señalárselo y celebrarlo; sin embargo, es probable que detrás de cada acierto haya puntos débiles, pequeños fallos, y evidenciarlos amablemente para que pueda resolverlos en el futuro puede resultar muy productivo para él.
En el extremo opuesto de las personas cuya relación con sus mayores se basa en el elogio durante su crianza, se encuentran quienes no ven otra cosa que reproches y censura desde sus primeros años de vida, y esto tampoco puede ser positivo. Por lo general, una infancia con estas características genera una profunda inseguridad y una necesidad de aprobación muy intensa, la cual alcanza la adultez.
La falta de elogios puede ser tan contraproducente como el exceso; todo depende de la forma en la que se encare dicho desequilibrio. Sin embargo, cabe resaltar que la misma situación puede provocar en dos personas reacciones absolutamente diferentes, por lo cual no existe una fórmula única para resolver los problemas recién expuestos.
Un ensayo de Erasmo de Rotterdam
«Elogio de la locura» es el título de uno de los ensayos más importantes de la literatura de Occidente, y uno de los motores de la reforma protestante. Se trata de una obra escrita por Erasmo de Rotterdam (un filósofo y filólogo holandés muy reconocido) que fue editada en el año 1511.
En pocas palabras, presenta en tono sarcástico ciertos beneficios de la locura (la cual se ve personificada y expone sus virtudes frente a un auditorio) por sobre la razón, como el hecho de que las personas necias sienten más felicidad que los sensatos y responsables.