La endoculturación, también conocida como enculturación o inculturación, es el proceso que se lleva a cabo cuando una persona se va integrando a una cultura con la cual se pone en contacto. El concepto también puede vincularse a la integración cultural de un conjunto de sujetos o de una colectividad a una sociedad.
Cuando un individuo nace, empieza a desarrollarse el proceso de endoculturación. Este mecanismo es tanto consciente como inconsciente e implica internalizar las normas de conducta y los valores del grupo de pertenencia.
La endoculturación es impulsada por los seres humanos de mayor edad, que invitan a las nuevas generaciones a adoptar las formas de pensar más tradicionales. Esa “invitación”, en muchos casos, funciona como una presión o incluso como una obligación.
Gracias a la endoculturación, la cultura de una determinada sociedad mantiene numerosos rasgos estables más allá del paso del tiempo. Esto hace que haya un estilo de vida característico que se conserva, pese a las modificaciones que se producen a medida que avanza la historia.
Resulta notorio, de todos modos, que la endoculturación no explica la amplia gama de formas de vivir que existen en la actualidad. La transmisión intergeneracional de reglas y costumbres no siempre es precisa ni efectiva, y además las nuevas generaciones establecen innovaciones y cambios. Así, pese a la endoculturación, hay hábitos actuales que resultan diferentes y hasta opuestos a otros de décadas pasadas.
Un ejemplo de endoculturación es el interés por el fútbol que registran la mayoría de los niños en Argentina. Este fenómeno puede explicarse por el amor hacia este deporte de sus padres y abuelos, por su difusión en los medios de comunicación y por otros factores. En Canadá, por mencionar otra nación, esto no sucede ya que el fútbol no tiene tanta relevancia cultural.
Es importante señalar que la endoculturación no es inherentemente positiva o negativa para una sociedad, sino que las características de su repercusión dependen del modo en el que se implemente y de la respuesta de quien la reciba. Por ejemplo, cuando una generación intenta transmitir a la siguiente su gusto por alguna actividad que incluya el maltrato hacia los animales, la endoculturación sirve para perpetuar esta injusticia; por lo tanto, si los jóvenes continúan con las costumbres de sus mayores, el resultado es negativo.
Sin embargo, si no fuera por la endoculturación, cada generación debería comenzar de cero en todos los aspectos de su desarrollo, incluyendo las cuestiones que hacen al cuidado de la salud, la alimentación, los juegos y el idioma. Esto nos demuestra que puede resultar muy positiva si se usa para guiar a los nuevos ciudadanos en su crecimiento intelectual, enseñándoles a comunicarse con las herramientas que llevan siglos perfeccionándose. De esta manera, el proceso debería arrojar siempre resultados mejores que en la generación anterior.
Se sabe que en cada período de nuestro desarrollo aprendemos más acerca del mundo, y en este proceso destaca la importancia de la socialización: por lo general, comenzamos viviendo con nuestros padres o bien con otros mayores que nos ayudan a aprender los conceptos básicos de la vida en sociedad, y más tarde entablamos lazos con nuestros vecinos, compañeros de escuela y maestros, para formar amistades y recorrer nuestro propio camino. Claro que los medios de comunicación influyen de forma significativa en la endoculturación, ya que difunden a toda hora las normas y costumbres en las que se enmarca la gran mayoría de la población.
Como se menciona más arriba, la reacción de quien recibe estos preceptos es fundamental: no todos respondemos del mismo modo ante una misma enseñanza. Hay ejemplos en todas las culturas de personas que luego de una crianza basada en la violencia se oponen a ella y buscan un camino justo.