Estricto es un adjetivo que indica aquello que está ajustado a la necesidad o a la ley y que no tolera interpretación. Lo estricto -término que procede del latín strictus- no admite dobleces ni excusas.
Por ejemplo: «Tengo un profesor muy estricto que no acepta ninguna distracción en clase», «Los padres de Juana son estrictos y no le permiten salir hasta muy tarde», «En un sentido estricto, el reglamento no admite comentarios de este tipo, aunque los jueces suelen mostrar una cierta predisposición a permitirlos», «Voy a tener que ponerme estricto con Josecito ya que últimamente no me está haciendo caso».
Un individuo estricto
Cuando la noción de estricto está aplicada a una persona, hace referencia a la severidad. Para que un individuo sea estricto con otro, debe tener una mayor autoridad ya que necesita tener las facultades para dar órdenes e instrucciones. Un maestro puede ser estricto con sus alumnos cuando no tiene indulgencia con las faltas. En cambio, si el maestro se muestra predispuesto al diálogo y contempla la posibilidad del perdón, se dirá que es poco estricto.
Lo mismo puede decirse de un empleador en un entorno de trabajo. Aquél que no tolera las demoras o que condena hasta los más mínimos errores, es un jefe estricto. Si, en cambio, acepta las explicaciones de sus empleados, dicha calificación pierde sentido.
Estas consideraciones nos permiten inferir que lo estricto se opone al diálogo o al entendimiento. De todas maneras, no se trata de conceptos opuestos: un árbitro de fútbol puede ser estricto en la aplicación del reglamento y, a su vez, tener voluntad de diálogo con los jugadores, del mismo modo que un maestro puede intentar inculcar ciertos principios en sus alumnos con gran rigidez, sin olvidarse de sus sentimientos y de sus necesidades como seres vivos y sensibles.
La importancia de la firmeza
Es sabido que para alcanzar nuestras metas en la vida debemos tener una cierta organización, trazar planes e intentar cumplirlos, dejando a un lado todo aquello que pueda interferir en nuestro camino. A menudo las personas que se mantienen firmes en su búsqueda son malinterpretadas por su entorno, dan la sensación de carecer de sentido del humor o de estar perdiéndose los mejores años de su vida, simplemente por mostrarse estrictos en lo referente a sus obligaciones y sus objetivos.
Sin embargo, mientras esta actitud se aplique solamente para evitar cruzar límites que nos traigan consecuencias negativas y que se interpongan entre nosotros y nuestro futuro, ser estricto no puede ser negativo; por el contrario, nos garantiza que siempre estaremos atentos a las consecuencias de nuestros actos y que sabremos escoger adecuadamente nuestro próximo paso.
La guía de un tutor estricto
En parte, la confusión que suscita este término tiene sus raíces en el ámbito escolar, donde muchos se encuentran con él por primera vez a través de esas materias que menos les agradan; probablemente, casi todos hemos debido sufrir la rigidez de esa profesora de historia que no nos perdonaba ni un error milimétrico en los mapas hechos a mano, o ese docente de matemáticas que se frustraba ante nuestra falta de comprensión de conceptos que para él eran básicos pero para nosotros, imposibles de dominar.
A lo largo de nuestra vida, son esas figuras, que en principio catalogamos de negativas, las que asociamos a un carácter estricto, y por esa razón esta palabra carga con un tinte indeseable. Pero con el tiempo vamos descubriendo que no se puede lograr nada muy importante si optamos por la total falta de estructura, por la espontaneidad absoluta, si permitimos que nuestro entorno haga lo que quiera con nosotros y con nuestro tiempo.
Debemos hacernos respetar, y para ello es necesario que nos respetemos a nosotros mismos, sin excepción; debemos ser estrictos en estos aspectos, como esa profesora de historia, como ese pobre matemático que no dejaba de adorar su ciencia ante el desprecio de sus alumnos.