La etnohistoria es una disciplina científica que combina recursos y análisis de la antropología y de la historia. Se trata de una rama del saber que introduce un punto de vista histórico en el abordaje de los problemas antropológicos.
Antes de avanzar, es importante mencionar que la definición de etnohistoria suele ser motivo de debate. No existe un único discurso sobre su objeto de estudio ni hay consenso sobre sus metodologías.
Hay quienes definen a la etnohistoria como el estudio de los grupos originarios de una cierta región según la propia mirada de estas comunidades. En este marco, tiene en cuenta la manera en que estas sociedades concibieron sus contactos con otras colectividades, generados ya sea por la actividad comercial o por conflictos territoriales.
Los expertos en etnohistoria sostienen que no se puede desarrollar una descripción exacta de una cultura si no se analiza cómo los integrantes de dicha cultura veían su realidad. Por eso busca comprender cómo los individuos representaban su propia historia.
En otras palabras, la etnohistoria examina el recorrido histórico de un grupo étnico a partir de la interpretación de la documentación y los registros que sus propios miembros generaron. De esta manera pretende dar preponderancia a la visión de pueblos conquistados, perseguidos u olvidados, dejando de lado el eurocentrismo, el racismo y los prejuicios que muchas veces aparecían en los estudios históricos tradicionales, sobre todo en el pasado.
Así, la etnohistoria reconstruye el devenir histórico de las comunidades aborígenes del continente americano, por ejemplo, interpretando la visión de estas culturas sobre sí mismas y no según la óptica de los conquistadores europeos.
Si bien se sabe con certeza que la palabra etnohistoria se acuñó antes del siglo XX y que Paul Radin, un folclorista y antropólogo cultural de Estados Unidos, le esbozó una definición en el año 1933, no fue hasta el año 1954 que, gracias al trabajo de la también antropóloga y folclorista estadounidense Erminie Wheeler-Voegelin, se convirtió en una disciplina establecida.
En 1954, Wheeler-Voegelin dio comienzo a la publicación de un boletín informativo que con el paso del tiempo se convertiría en una revista de interés etnohistórico, titulada precisamente Etnohistoria. Lo que impulsó el nacimiento de este campo fue la Comisión de los Reclamos de los Indios, en el año 1946, que pretendía dejar en claro el grado de justicia de las transacciones que habían tenido lugar a lo largo de la expansión de Norte América.
Estas transacciones fueron celebradas en los primeros tiempos del país, cuando muchos colonizadores compraron terrenos a los nativos, ya que en la mayoría de los casos los estafaron. El gran problema surgió cuando las tribus que reclamaban sus tierras no tenían forma de probar que las habían ocupado antes que sus usurpadores.
Fue allí que el trabajo de los antropólogos se volvió crucial para ellos, porque dieron el puntapié inicial en lo que sería un estudio meticuloso que poco a poco reconocería los derechos de los primeros pueblos. Con el correr de los años, la etnohistoria amplió sus grupos de interés, más allá de los indígenas nativos del continente norteamericano, para incluir a las civilizaciones mesoamericanas, algunas tribus africanas y polinesias.
Cabe señalar que el carácter o la naturaleza de la etnohistoria no ha sido definido con claridad: hay quienes la consideran una rama de la antropología y la historia, una disciplina, un proceso o un método. De todos modos, su enfoque en la experiencia de los propios protagonistas de la cultura no se pone en duda, y es la clave para ofrecer una mirada auténtica, alejada de los prejuicios y los preconceptos de la historia occidental. Su fuente de trabajo son los restos arqueológicos, los testimonios y el registro legal.