La Real Academia Española (RAE) no incluye el término grafoscopía en su diccionario. El concepto, sin embargo, suele utilizarse para nombrar a la disciplina que analiza la escritura manuscrita a partir de técnicas que se sustentan en la observación de características morfológicas, estructurales y de otro tipo.
Para la grafoscopía, es posible identificar la autoría de un manuscrito por la dimensión, la presión, la inclinación, los enlaces y la variedad de formas de la escritura. Esto hace que no haya dos personas que escriban de la misma manera.
El método grafoscópico parte del estudio de dos manuscritos para determinar si la autoría es la misma. Existen múltiples detalles que permiten el análisis comparativo, como los movimientos gráficos espontáneos y automáticos que no pueden ser ejecutados por individuos distintos.
En el marco de su trabajo, la grafoscopía realiza un estudio macroscópico de los manuscritos y recurre a instrumental óptico para desarrollar su análisis, valorando las diferencias y las similitudes halladas. El fruto de esta actividad es una conclusión que debe ser concreta y clara.
La grafoscopía, en definitiva, puede determinar la autenticidad o la falsedad del origen de un manuscrito o de una firma. Por eso un perito en grafoscopía puede descubrir si un texto es falso o si hay una firma falsificada en un documento, por ejemplo.
En el marco de la criminalística, la grafoscopía es una de las disciplinas más importantes, ya que muchas veces ofrece los datos claves para resolver un caso. La falsificación de firmas es un delito tan antiguo como la escritura misma, y esto también quiere decir que quienes la practican heredan muchos años de experiencia de quienes los precedieron en el arte de hacerse pasar por otros. En definitiva, reconocer una firma apócrifa (fingida, falsa, carente de autenticidad, cuya autoría no ha sido atribuida a la persona correcta) no es tarea fácil.
Otro de los delitos en los cuales la grafoscopía ofrece un servicio determinante a la hora de encontrar al culpable es el secuestro. Mientras que la acción más evidente es la privación de libertad de la víctima, existen otras que la complementan, como ser las llamadas telefónicas a la familia y las denominadas notas de secuestro. Si han sido escritas a mano, algo que no siempre ocurre, los expertos en grafoscopía pueden ayudar a la policía a dar con el secuestrador.
Las notas de suicidio falsas también son moneda corriente en la criminalística, y la grafoscopía encierra la clave para desvelar su falta de autenticidad. Fingir un suicidio -el propio o el de un tercero- puede tener diferentes propósitos, que en general se relacionan con el cobro de algún monto de dinero o la herencia de alguna propiedad inmobiliaria. Por lo tanto, las autoridades no pueden dar por sentado que un mensaje de despedida es fiable si no encuentran el cadáver del individuo, sino que deben comenzar una investigación antes de otorgarle credibilidad al caso.
Según los expertos en grafoscopía, dado que en nuestra escritura influye un gran número de aspectos anímicos, psicológicos y fisiológicos, nadie es capaz de simular una forma de escribir ajena con más de un 50 por ciento de exactitud.
Muchas veces se confunde la grafoscopía con la grafología o con la caligrafía. La grafología analiza el escrito para acceder a determinados rasgos de la psicología de su autor; la caligrafía es un arte que consiste en escribir con una cierta intención estética. Lo que hace la grafología no es estudiar la escritura para conocer la condición psíquica del autor ni para determinar si cumple con criterios de estilo, sino que su análisis se orienta a determinar si un individuo en específico escribió, o no, algo.