Se califica como impaciente a quien carece de paciencia. Esto quiere decir que la persona impaciente no tiene la capacidad de esperar algo sin ponerse nerviosa ni la facultad de realizar acciones minuciosas o complejas que requieren de calma.
Por ejemplo: “Siempre he sido impaciente, no puedo estar más de diez minutos aguardando sin ponerme de mal humor”, “Ante la falta de respuesta de la empresa, los usuarios que se encontraban en la oficina empezaron a ponerse impacientes”, “El hombre, impaciente, decidió elevar una queja a los supervisores por la insoportable demora”.
Ejemplos de personas impacientes
La paciencia se asocia a aguantar, soportar o tolerar. Se trata de una actitud que ayuda a un individuo a sobrellevar las dificultades y los problemas hasta que logra conseguir su objetivo.
Supongamos que un joven pone en marcha un microemprendimiento centrado en la producción de licores artesanales. A dos meses de iniciado el proyecto, sin embargo, comienza a fastidiarse por los escasos ingresos que está consiguiendo y se plantea cerrar la empresa. Su padre, ante esta realidad, le recomienda que no sea impaciente y le explica que todos los negocios necesitan un cierto tiempo para asentarse y volverse rentables.
Tomemos el caso de dos mujeres que se encuentran en la sala de espera de un médico. Luego de aguardar quince minutos, una de ellas se pone impaciente e increpa a la persona a cargo de la recepción por la tardanza. La otra mujer, en cambio, permanece relajada, esperando su turno. Esto demuestra que, ante una misma situación, los seres humanos pueden reaccionar de distinta forma, y esto depende de que sean impacientes o que cuenten con la virtud de la paciencia.
Similitudes con otros conceptos
La paciencia puede relacionarse con otras virtudes, como la perseverancia, que puede entenderse como la constancia y la firmeza en nuestro proceder a la hora de realizar una determinada tarea o incluso en nuestra forma de ser en general. Una persona perseverante no permite que los pequeños tropezones la lleven a bajar los brazos: se mantiene en pie y continúa hasta el final persiguiendo sus objetivos sin importar los obstáculos con los que se encuentre en el camino.
Si bien no podemos decir que perseverancia y paciencia sean sinónimos directos, es innegable que una persona perseverante debe practicar la paciencia para hacer frente a los problemas, confiando en que tarde o temprano podrá alcanzar sus metas. La impaciencia suele llevarnos a la desesperación, a la extrema preocupación ante problemas de poca magnitud, al nerviosismo extremo por falta de claridad cuando se presentan imprevistos y, en consecuencia, al enfado y la irritación, muchas veces exagerados en proporción con los hechos que los suscitan.
Además de estos sinónimos del término impaciencia, que en el párrafo anterior se destacan en negrita, en los diccionarios podemos encontrar varios más, aunque los matices semánticos de cada uno presentan ciertas diferencias: intranquilidad, ansiedad, alarma, preocupación, inquietud, excitación, desasosiego, exasperación, zozobra, desazón, ímpetu, pasión, prisa y deseo.
La condición de impaciente a lo largo de la vida
Una de las características más llamativas de la impaciencia es que no siempre se trata de una propiedad estable en la personalidad, sino que puede variar a lo largo de la vida de acuerdo con las experiencias que atraviesa en cada etapa. El estrés, por ejemplo, es un estado de cansancio que surge ante una exigencia excesiva de rendimiento, y entre los trastornos físicos y mentales que suele provocarnos se encuentra la impaciencia, que puede reflejarse mediante la extrema irritabilidad.
Por otro lado, se encuentran las personas en cuya esencia está la impaciencia, en mayor o menor grado. Se trata de aquellas que se caracterizan por un nerviosismo siempre presente, que puede resultar divertido o insoportable, dependiendo de otros factores de su personalidad.