La indisciplina es la ausencia de disciplina: instrucción o doctrina moral. Por lo general la idea de indisciplina se asocia a la violación de las normas o a no respetar órdenes o instrucciones.
Por ejemplo: “El director técnico decidió apartar al joven delantero del equipo por un hecho de indisciplina”, “Cuando era chico, en la escuela siempre me castigaban por indisciplina”, “La indisciplina social es notoria: en este país nadie respeta las reglas”.
La idea de indisciplina suele aparecer en el ámbito de la educación. Los estudiantes deben obedecer a los docentes y tienen que respetar los reglamentos internos de las instituciones educativas. Cuando no cumplen con estos preceptos, cometen actos de indisciplina que pueden ser castigados de diversa manera. La indisciplina más grave incluso puede derivar en la expulsión del alumno.
En la escuela, la indisciplina puede surgir por muchos motivos diferentes, entre los que se encuentran los siguientes:
* estrategias deficientes para captar el interés y la atención en clase;
* falta de comprensión de las explicaciones;
* frustración ante el fracaso de un examen o la repetición de curso;
* influencia negativa por parte de uno o más alumnos con realidades lamentables en sus hogares (casos de violencia familiar, padres ausentes, etcétera);
* falta de seguridad del docente en sí mismo para exigir el cumplimiento de las normas y mantener el orden en la clase, especialmente ante los casos de alumnos desafiantes que buscan constantemente los límites de su tolerancia;
* problemas afectivos como la autoestima baja por cuestiones intelectuales, físicos o sociales que el alumno canalice mediante conductas incorrectas;
* dificultades en el aprendizaje particulares de un alumno que le impidan concentrarse, retener los conocimientos o exponerlos en los exámenes.
Cualquier centro educativo que se precie de adoptar una postura abierta y equilibrada a la hora de elaborar sus estrategias reconoce que la indisciplina no surge exclusivamente por parte de los alumnos, sino que los maestros pueden ser tanto o más responsables que ellos. Por ejemplo, se sabe que la personalidad del docente puede influir directamente en los problemas de conducta. Otro factor esencial es su capacidad organizativa: para evitar el aburrimiento y la incursión en la indisciplina es esencial mantener al alumno interesado en los temas impartidos, y esto se logra con una fusión de didáctica e inventiva.
La indisciplina también aparece en los equipos deportivos. El entrenador o director técnico es el responsable de la gestión de un plantel: los jugadores, por lo tanto, están obligados a respetar esa relación jerárquica. Supongamos que, en el medio de un torneo, el DT les prohíbe a los jugadores salir de noche. Sin embargo, un deportista no cumple con la indicación y regresa al día siguiente en estado de ebriedad. El técnico, ante esta indisciplina, toma la decisión de suspender al jugador por tres partidos, obligándolo mientras tanto a entrenar con las divisiones menores (formativas o juveniles).
En una cárcel, en tanto, los actos de indisciplina están prohibidos. Cuando un recluso no cumple con alguna de las reglas, es castigado por parte de las autoridades de la prisión. Tanto las normas como las consecuencias de su incumplimiento pueden variar mucho de una instalación a otra, en gran parte a causa de las leyes del país al que pertenecen.
La indisciplina en la prisión puede acarrear graves consecuencias a nivel físico, mental o ambos. Si bien no es correcto negar el impacto que puede tener una paliza en un recluso, muchos de los que también han experimentado el aislamiento como represalia creen que esto es incluso peor. Los sistemas penitenciarios más avanzados del mundo apuestan por una serie de estrategias que les permitan a los presidiarios entender y reparar sus errores, formarse para comenzar una vida nueva alejados de la delincuencia; en este plan, la violencia no tiene cabida.