Con origen en el latín indulgentia, la palabra indulgencia describe o simboliza la facilidad o predisposición para perdonar eventuales culpas o conceder una gracia. El concepto también se emplea en el marco religioso para nombrar a la remisión frente al Ser Supremo o divinidad de las penas temporales correspondientes a los pecados que ya se han perdonado tras la intervención de la Iglesia.
De acuerdo a la teología católica, por lo tanto, el castigo temporario impuesto tras un pecado puede resultar beneficiado por medio de la indulgencia o la remisión bajo determinadas condiciones y de acuerdo a las concesiones o criterios de ciertos exponentes de la Iglesia.
A diferencia de la penitencia o la reconciliación, la indulgencia no perdona los pecados, sino que ofrece una eximición de la pena temporaria (ya sea terrenal o tras la muerte, en el purgatorio). El papa, los obispos y los cardenales son quienes pueden conceder la indulgencia a cambio de diversas acciones o rituales.
La indulgencia en la doctrina católica
Pese a que la indulgencia no es un sacramento, constituye un aspecto muy importante de la doctrina católica. Dicen los expertos que uno de los motivos que llevaron a Martín Lutero a levantarse contra la Iglesia Católica para impulsar la reforma protestante, fue su desacuerdo con el tráfico de indulgencias.
En la actualidad, las indulgencias aún se mantienen como parte de la doctrina católica, aunque han perdido importancia por el cambio de contexto histórico.
Más allá de la religión, la indulgencia se vincula con la inclinación a perdonar y disimular los yerros. Por ejemplo: «Yo sé que se ha equivocado pero en mi opinión deberías ser más indulgente con tu hermano», «No creas que voy a mostrar indulgencia: lo único que me interesa es que cumplan con lo prometido».
La crianza natural
Contrario al sistema de reglas y principios masivamente adoptado a la hora de criar a una persona, existe un proceder más antiguo, basado en atender las necesidades reales de los niños. Se denomina crianza natural y propone un trato equilibrado y (en el mejor de los casos) justo, que busque educar sin imponer, centrándose en las características particulares de cada individuo, en lugar de tomar ciegamente los consejos esparcidos por los supuestos expertos.
Sus defensores aseguran que es ése el modo en que se criaba a los niños antiguamente, intentando combatir etiquetas despectivas que lo reducen a un mero capricho que busca oponerse sin motivo a las costumbres adoptadas por la mayoría. De hecho, la base de la crianza natural es la libertad, la diversidad.
La indulgencia y los niños
Muy a menudo se confunde esta metodología con la indulgencia, y no se podría hacer un juicio más alejado de la realidad. Existen diversos tipos de demandas que realizan los niños, que van desde pedir un abrazo hasta un dulce. En estos extremos se aprecia una clara diferencia entre lo que se desea y lo que se necesita. La crianza natural se enfoca en este último punto, lo cual dificulta la tarea de los padres, exigiéndoles una atención mucho mayor a sus hijos y negándoles la posibilidad de calmar un llanto con una golosina.
Por otro lado, en una familia tipo, la indulgencia se extiende mucho más allá de la niñez, y es la protagonista de grandes injusticias que marcan la vida de muchas personas. Así como al definir este concepto resulta casi imposible no nombrar la religión, sucede lo mismo con el machismo; los hijos varones suelen ser perdonados con mucha más facilidad y frecuencia que las mujeres, incluso cuando se habla de errores equivalentes. Por otro lado, quizás el aspecto quizás más preocupante es que se tiende a perdonar para evitar el enfrentamiento con los problemas, lo cual camufla la indulgencia de apertura o empatía.