Inmensurable es un término que tiene su origen en el vocablo latino imensurabilis. Este adjetivo refiere a aquello que es de muy difícil medida o que no puede medirse.
Por ejemplo: “El inmensurable océano lo sobrecogió”, “Siento una tristeza inmensurable desde tu partida”, “La riqueza de algunos magnates petroleros es inmensurable”.
Concepto de inmensurable
El concepto de inmensurable, por lo tanto, puede vincularse a cosas que, por su tamaño u otras características, resultan casi imposibles de medir. No se trata de una imposibilidad concreta, sino más bien práctica. El mar, en este sentido, es inmensurable: en teoría, es posible determinar qué cantidad de agua alberga y expresar dicha cantidad en litros u otra unidad equivalente. Sin embargo, desarrollar esa medición es virtualmente imposible por las dificultades técnicas.
Algo parecido puede expresarse respecto a la cantidad de cabellos que tiene un ser humano. Si bien es posible contarlos, dado que su número es finito y que poseen el tamaño suficiente como para ser manipulados por nuestras manos y visualizados por nuestros ojos, podría tratarse de una tarea verdaderamente complicada, a menos que se cuente con los medios adecuados. La ciencia ha determinado que nuestro cuero cabelludo aloja entre 100 y 150 millones de pelos, lo que demuestra que no cualquier persona podría llegar a dicho número en su hogar, frente al espejo.
Imposibilidad de cuantificación
Otras cosas, en cambio, son inmensurables ya que no hay posibilidad de cuantificarlas. Así como el mar o una cabellera son idealmente mensurables, no puede decirse lo mismo de los sentimientos, las emociones o los conceptos abstractos. La felicidad es inmensurable ya que sólo podemos considerar ciertos síntomas que son un reflejo de ella, pero no podemos acceder a la felicidad en sí misma para medirla o contabilizarla. El alma, el espíritu, la fe, el amor y el odio también son inmensurables.
En este sentido, es posible decir que las cosas más importantes de la vida no pueden medirse ni cuantificarse; es común oír que «el dinero no es todo» o que «el dinero no hace la felicidad», y estas expresiones no hacen otra cosa que resaltar la importancia de la felicidad, del amor, de la amistad, de la confianza, de lo inmensurable. Opuesto a esta manera de pensar se encuentra el materialismo.
Lo inmensurable y lo material
Si bien la definición académica del materialismo habla de una corriente filosófica que se opone al idealismo en cuanto a la importancia del pensamiento y la conciencia en lugar de la materia, ubicándola como origen de los primeros, el lenguaje popular se refiere a este término para describir la actitud de alguien que valora más los bienes materiales que los sentimientos y las relaciones con otros seres vivos.
La naturaleza relativa de lo inmensurable demuestra que la sabiduría del ser humano es cambiante, se modifica a medida que evolucionamos, nos cuestionamos a nosotros mismos y ponemos en duda nuestras convicciones, sin importar cuán arraigadas se encuentren en nuestras culturas. Así como ciertas enfermedades parecían incurables hace siglos y hoy se han erradicado o bien se pueden tratar y superar sin ninguna complicación, la ciencia nos permite observar y estudiar organismos microscópicos, lo cual habría sido impensable en un pasado no tan lejano.
En otras palabras, al utilizar el término inmensurable debemos aceptar que esta apreciación puede no ser válida en el futuro, sin que eso signifique que lo sea en el presente. Se trata de uno de los rasgos de nuestra forma de entender la vida, de nuestra constante necesidad de analizar nuestro entorno para descubrir los secretos que esconde. A pesar de saber que ciertas investigaciones han tomado décadas, nos negamos a dejar a un costado ciertos fenómenos hasta ser capaces de comprenderlos, y nos apresuramos a calificarlos con las herramientas que tenemos a nuestra disposición.