El adjetivo inverosímil se emplea para calificar a aquello que no resulta verosímil. El término, por lo tanto, se usa respecto a lo que no es creíble o no parece ser verdadero.
Por ejemplo: “Ayer me sorprendí al ver un video inverosímil en Instagram de un perro conduciendo un automóvil”, “La denuncia del senador es inverosímil, nadie puede pensar que el presidente sea capaz de hacer algo semejante”, “Me gustó la película, aunque el guion me pareció bastante inverosímil”.
Supongamos que un diputado presenta un proyecto para establecer un impuesto a la felicidad. De acuerdo a este político, la gente que es feliz debería pagar un cierto monto para que el Estado, con dicha recaudación, financie un programa de asistencia a quienes padecen depresión. Esta propuesta pronto es tildada de inverosímil por los opositores, los periodistas y la opinión pública en general: muchos se preguntan si es cierto que un dirigente pueda tener una idea tan absurda que consiste, en cierto modo, en cuantificar y castigar la felicidad.
Tomemos el caso de un joven que, al darle un abrazo a un amigo, realiza un mal movimiento y se disloca un hombro. Se trata de una lesión inverosímil, ya que es muy poco probable que alguien padezca un daño físico por abrazar.
Es inverosímil, por otra parte, que una persona que se define a sí misma como comunista y anarquista trabaje en una oficina estatal y deposite sus ahorros en un banco internacional. Puede afirmarse que es increíble que un sujeto que dice tener dicha ideología lleve un estilo de vida como el suyo.
El diccionario de la Real Academia Española nos dice que una cosa inverosímil no tiene apariencia de verdadera, o bien que no es creíble porque no nos brinda ningún carácter que rechace su falsedad. Esto resulta interesante, ya que nos lleva a pensar en la naturaleza circunstancial o contextual de lo inverosímil: en el siglo XV, un teléfono móvil con pantalla táctil lo habría sido, tanto como hoy en día lo son los viajes en el tiempo. Esto no significa que todo lo inverosímil vaya camino a realizarse, sino que en muchos casos se categoriza de esta manera por falta de conocimientos.
El sustantivo de la familia de este adjetivo que sirve para hacer referencia a algo que no tenga cualidad de «creíble» o «posible» es inverosimilitud, así como el de verosímil es verosimilitud. Sobra decir que no se trata de palabras muy usadas en el día a día, en las conversaciones informales, sino que se reserva para contextos más formales o bien para el lenguaje escrito.
Otros términos, como ser increíble o absurdo son muchos más comunes en el habla cotidiana. Otros de ellos se listan a continuación: anormal, improbable, ilógico, irracional e inconcebible. Algunos de sus antónimos son corriente, probable, lógico, comprensible y normal.
Que algo sea inverosímil, por lo tanto, es que no parezca real una vez que lo analizamos con todas nuestras herramientas cognitivas, que lo contrastamos con nuestras experiencias. Sin embargo, puede cambiar de estado en un instante y pasar a ser algo absolutamente corriente si también cambia nuestro punto de vista.
En Argentina existió a comienzos de los años 90 un programa de televisión titulado Juana y sus hermanas, creado y protagonizado por la cantante Juana Molina. Cada episodio presentaba las hilarantes situaciones que vivía el personaje principal, Juana, quien a causa de habar pasado demasiadas horas frente al televisor había sufrido una suerte de disociación de su personalidad al punto de convertirse en varias personas individuales. Una de ellas, Gladys, usa la palabra inverosímil de forma incorrecta, queriendo decir «indistinto», y este error es uno de sus sellos.