Una jitanjáfora es un texto que no tiene sentido, aunque se destaca por su relevancia estética a través de la sonoridad.
El término fue creado por el escritor cubano Mariano Brull en un poema de 1929, formado por muchas palabras carentes de significado. Años más tarde, el mexicano Alfonso Reyes retomó dicho vocablo para nombrar a los enunciados con las características mencionadas. Nótese que la palabra «jitanjáfora» en sí misma es una creación de este tipo, ya que no tiene un significado específico en ningún idioma.
Palabras combinadas
Las jitanjáforas suelen combinar palabras inventadas y reales, pudiendo evocar diferentes cuestiones al adquirir sentido en su conjunto. De todas maneras, su importancia se encuentra en el aspecto fónico.
Además de estar presente en manifestaciones de la poesía popular, las jitanjáforas aparecen en trabajos de autores como la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, el español Lope de Vega, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y la argentina Alejandra Pizarnik. Además los dadaístas y los integrantes de otros movimientos de vanguardia experimentaron con este tipo de construcciones literarias.
Muchas veces las jitanjáforas forman parte de poemas, canciones y juegos infantiles. También pueden aparecer en otros tipos de temas musicales gracias a la musicalidad, como “Aserejé” de la banda española Las Ketchup (donde las palabras son una traducción fonética al español de una composición en inglés de hip hop).
Puede decirse que las jitanjáforas no apuntan a la razón ni buscan ser útiles: su finalidad es provocar sensaciones. Por eso se vinculan a lo lúdico y a la fantasía.
Importancia de los sonidos
Los sonidos de las palabras son una parte muy importante de nuestra lengua, más allá de la semántica, la gramática y otros aspectos más propios de la academia. La jitanjáfora aprovecha esto para potenciar la educación. Sabemos que en el habla cotidiana no siempre cumplimos todas las reglas de la lengua, pero eso no suele impedirnos llegar a los demás por medio de la comunicación oral de manera efectiva, y en gran parte lo conseguimos gracias al poder de los sonidos.
Dependiendo de la región, consonantes como la Z y la S pueden o no tener pronunciaciones diferentes; pero, incluso si nos equivocamos, nuestros interlocutores siempre entienden que «estoy en mi cas» y, no en mi «caza».
Incluso con un nivel de interferencia que nos impida entender las palabras con claridad, la entonación puede llevarnos a descodificar con éxito el mensaje. Por esta razón la jitanjáfora es tan importante en la educación, porque se enfoca en los sonidos por sobre los significados, pero consigue crear en el inconsciente un sentido particular que cada niño vincula de forma irrompible a las canciones y los juegos.
Asociación civil marplatense
Jitanjáfora, por último, es el nombre de una asociación civil sin fines de lucro con sede en Mar del Plata (Argentina). Esta organización se dedica a fomentar la lectura y la escritura a través de diferentes actividades.
La historia de esta asociación se remonta a finales del siglo XX, cuando Elena Stapich, Romina Sonzini y Mila Cañón comenzaron a pensar en un problema que aún al día de hoy sigue siendo común: la mayoría de los niños no sienten una fuerte atracción por la lectura, se forman ajenos a los infinitos universos que puede ofrecerles la literatura y así alcanzan la adultez, para ocupar puestos de tanta responsabilidad como la docencia.
Un maestro que no siente dicha pasión por los libros tampoco puede despertarla en sus alumnos, y de este modo continúa el ciclo que Stapich, Sonzini y Cañón decidieron combatir desde 1999 con más de veinte estrategias diferentes, hasta que finalmente dieron con la idea de fundar la asociación Jitanjáfora. Además de la docencia, el rol del bibliotecario es otro que suelen ocupar personas sin un lazo fuerte con la literatura, y esto también llamó la atención del grupo como un rasgo alarmante de la educación que debía ser corregido cuanto antes.