La justicia restaurativa es un enfoque judicial que apunta a la reparación del daño que un delito causó a sus víctimas directas y a la comunidad en su conjunto. No persigue solo el castigo de aquel o aquellos que ocasionaron el perjuicio, sino que también busca una resolución colectiva del conflicto y que los autores puedan rehabilitarse y reinsertarse en la sociedad asumiendo su responsabilidad por lo causado.
Este modo de justicia, que se aplica en el ámbito penal, se basa en el respeto de la dignidad de cada ser humano, la comprensión y la búsqueda de la armonía social mediante la sanación de víctimas, victimarios y el conjunto de la población. Para eso se abordan tanto los daños como las obligaciones y las necesidades de las partes implicadas, que acuerdan cómo resolver el conflicto.
Origen de la justicia restaurativa
El origen de la justicia restaurativa suele ubicarse en procedimientos de comunidades aborígenes de la región andina, América del Norte y Oceanía. En dichas culturas se ejecutaban prácticas centradas en reparar los daños y reintegrar al agresor al grupo para resolver así los conflictos.
Recién en la segunda mitad del siglo XX la noción comenzó a tenerse en cuenta en los sistemas judiciales a través de programas de conciliación y mediación. Países como Nueva Zelanda, Canadá y Estados Unidos se consideran precursores en la materia.
Hay un caso que se señala como pionero en la aplicación de la justicia restaurativa. En 1974, dos adolescentes ebrios vandalizaron varias propiedades en la ciudad de Elmira (Ontario), en Canadá. Un tribunal los declaró culpables de más de una veintena de cargos y decidió, previa sugerencia del Centro Menonita de Ontario y del área de Libertad Condicional, que los jóvenes pudieran hablar personalmente con cada una de sus víctimas. De este modo, lograron acordar una reparación con la mayoría de ellas. Esa experiencia dio paso a la creación del Programa de Reconciliación Víctima – Ofensor en el territorio canadiense.
Sus principios
La justicia restaurativa se sustenta en la responsabilidad personal, la empatía y la participación comunitaria. Se propone que los infractores tomen conciencia del perjuicio provocado y que las víctimas estén dispuestas a llegar a acuerdos reparadores.
Apelando al diálogo facilitado, la justicia restaurativa demanda escucha activa de los involucrados. Tiene que haber un reconocimiento del daño por parte de los agresores y la voluntad comunitaria de avanzar en la resolución de conflictos. De acuerdo a los impulsores de este enfoque, esta metodología contribuye a la prevención del delito y a la reducción de la reincidencia a partir de la restauración de la confianza.
Puede decirse que la justicia restaurativa tiene una doble dimensión: contempla el apoyo a las víctimas pero favorece la inclusión social del ofensor. Así se promueve una cultura de paz.
También llamada justicia reparadora, la justicia restaurativa apuesta por el consenso y la participación. Esto evita uno de los efectos que se le atribuyen a la justicia punitiva: la separación del culpable y de la víctima de su comunidad, lo cual atenta contra la cohesión social. Si el agresor y quienes padecieron sus actos consiguen ponerse de acuerdo sobre cómo seguir adelante, siempre considerando la reparación del perjuicio, se logra conservar o restaurar la armonía en la sociedad.
Más allá de los encuentros o la comunicación directa entre infractor y víctima, estos procedimientos también contemplan la organización de conferencias con la participación de allegados y familiares. Además se pueden poner en marcha los llamados círculos de paz con la participación de otros agentes sociales que brindan su mirada desde una óptica diferente.
Ejemplos de justicia restaurativa
Supongamos que un adolescente de 16 años, para evitar que le tomen un examen, llama por teléfono a su escuela y dice que hay una bomba. Los directivos del establecimiento educativo se ven forzados a suspender las actividades y evacuar el edificio. También realizan una denuncia penal y así se descubre que el responsable de la amenaza es un alumno de la institución. Gracias a un programa de justicia restaurativa, el estudiante no es expulsado, sino que participa de charlas con docentes y psicólogos para comprender las consecuencias directas y simbólicas de su accionar. Además pide perdón al conjunto de la comunidad educativa.
Tomemos el caso de dos hombres que, alcoholizados, vandalizan la fachada de un comercio. Un juez, aplicando la perspectiva de la justicia restaurativa, los insta a desarrollar un tratamiento para controlar el consumo de alcohol. Además los responsables del daño acuerdan con la víctima encargarse de la limpieza de la vidriera (el escaparate) y del frente de su local una vez por semana durante seis meses.
La historia también ofrece ejemplos de justicia restaurativa. Podemos encontrar estos principios en el funcionamiento de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación que se estableció en Sudáfrica en 1996.
Impulsada por Desmond Tutu y Nelson Mandela, se propuso satisfacer las demandas de las víctimas del apartheid a través de la reparación del daño y el perdón, sin quebrar el pacto que había posibilitado poner fin a la violencia y la segregación. La idea fue lograr acuerdos de paz dándole voz a las víctimas y, a su vez, avanzando en la reconstrucción nacional.