El verbo languidecer refiere a padecer languidez: debilidad, flaqueza. Aquel o aquello que languidece pierde su energía o espíritu.
Pérdida de fuerza
Cuando una persona languidece, experimenta una pérdida de vigor. Al languidecer, ya no tiene fuerza ni empuje para enfrentar una adversidad o desarrollar una acción.
Este verbo no es muy común en el habla cotidiana, sino que suele aparecer en la literatura. Por eso, a continuación veremos tres ejemplos de su uso en contexto, para facilitar su comprensión: “Veo languidecer a mis vecinos y siento mucha angustia, ojalá la situación comience a mejorar a la brevedad”, “La empresa empezó a languidecer cuando su fundador decidió renunciar y dar un paso al costado”, “¡Ánimo! ¡No dejemos languidecer la fiesta que todavía es temprano!”.
La primera oración nos presenta una situación que afecta considerablemente a un grupo de vecinos y, en consecuencia, al emisor, que en este caso cumple el rol de observador. Ante este sufrimiento, este último expresa su profundo deseo de que puedan resolver el problema cuanto antes. La segunda nos habla del declive de una empresa, el cual coincidió con la renuncia de su fundador. Esto ocurre cuando la organización no reparte de manera uniforme el poder y las herramientas, sino que depende en gran parte de una sola persona.
Por último, tenemos un ejemplo en el cual el significado del término languidecer no hace referencia al estado físico o anímico de una persona, sino a la actitud de un grupo de personas frente a una fiesta. En este caso, el descenso de energía se puede manifestar en la pérdida de interés por parte de los invitados a continuar disfrutando del evento; puede ser que dejen de bailar, de conversar o incluso que poco a poco se vayan a sus casas antes de que termine. El efecto de tal suceso puede ser «contagioso» para los demás, y llevarlos por el mismo camino hasta arruinar completamente la fiesta.
Afecta la iniciativa
Supongamos que un hombre que sufre una enfermedad crónica y atraviesa grandes dificultades económicas se queda sin empleo. A las pocas semanas, ya acumula varias deudas. Esta situación lo lleva a languidecer: se siente muy cansado y no tiene voluntad de seguir luchando. Para salir adelante, necesitará contar con el apoyo de sus familiares y amigos y posiblemente también con ayuda de expertos en salud mental (psicólogos o psiquiatras).
Un proyecto, por otra parte, puede languidecer por múltiples motivos. Tomemos el caso de un joven que decide convocar a la comunidad a comprometerse con la defensa del medio ambiente y el cuidado de la ecología. Al primer encuentro asisten cincuenta personas, que desarrollan varias actividades: limpian un parque, educan a los niños sobre los peligros de la contaminación, etc. Sin embargo, a la segunda convocatoria concurren treinta individuos y a la tercera, apenas ocho. La falta de compromiso y de constancia de la gente, de este modo, hace languidecer la iniciativa ecologista.
Diferentes perspectivas
Hasta el momento hemos hablado de situaciones diversas, en las que el término languidecer representa una pérdida de energía física, a modo de deterioro de la salud de una persona, pero también un descenso de la voluntad, tanto individual como grupal. También hemos ofrecido ejemplos desde la perspectiva del observador y de quien sufre tal fenómeno, y es éste el punto que comentaremos a continuación.
Languidecer nunca trae consecuencias positivas, ya que es uno de los pasos que conducen al final, ya sea a la muerte material de un cuerpo o al ocaso de un emprendimiento. Pero el sufrimiento no siempre es exclusivo del protagonista, sino que puede afectar también a quienes lo rodean. Ver a un ser querido decaer es para muchos peor que vivirlo en primera persona.