Se denomina latido al golpe que causa el movimiento alternativo de contracción y dilatación del corazón. El latido puede percibirse en el pecho o en los tejidos que cubren las arterias.
Para bombear la sangre, el corazón realiza un movimiento continuo de sístole (se contrae para expulsar la sangre) y diástole (se dilata para permitir que el fluido ingrese), al igual que las arterias. Esa acción repercute como golpes que son posibles de detectar al tacto, con la vista y especialmente a través del oído, sobre todo en la zona pectoral. Dichos golpes son los latidos.
Puede decirse que los latidos revelan que el corazón está en funcionamiento. Cuando una persona muere, su corazón deja de latir.
A la sucesión regular de contracción y dilatación se la conoce como ritmo cardíaco, que debe mantenerse dentro de ciertos parámetros para ser considerado normal. Esto supone que el corazón realiza una determinada cantidad de latidos por minuto que se toma como estándar o saludable: si se detectan más o menos latidos, puede tratarse de un síntoma de algún tipo de trastorno o inconveniente de salud, aunque depende de si el sujeto está en reposo o realizando una actividad física.
Cuando los latidos son demasiado acelerados, y se producen más de un centenar de latidos por minuto, se trata de un cuadro de taquicardia. En cambio, si los latidos son muy lentos, se habla de bradicardia.
La taquicardia, por lo tanto, es el aumento de la frecuencia de los latidos del corazón que representa una velocidad demasiado alta en la contracción de los ventrículos. Es importante señalar que el número de latidos por minuto que se asocia con la taquicardia exige que el sujeto se encuentre en estado de reposo.
Con respecto a las causas de la taquicardia, podemos distinguir entre las fisiológicas y las patológicas. En el primer grupo se encuentran los esfuerzos físicos y las emociones de gran intensidad, como ser un el miedo, el estrés, la ansiedad o el nerviosismo por cuestiones muy difíciles de superar. Cuando, en cambio, se trata de un origen patológico puede estar vinculada al insomnio, la anemia, las hemorragias, la depresión, una infección o la insuficiencia renal, entre otros problemas.
Por otro lado tenemos la bradicardia, que a simple vista es la situación opuesta a la taquicardia: supone una cantidad de latidos por minuto inferior a sesenta o bien que el nódulo sinusal deje de actuar y en su lugar surja el nódulo auriculoventricular, para emitir un mínimo de cuarenta y cinco y un máximo de cincuenta y cinco latidos por minuto.
Por lo general, la bradicardia indica que existe una enfermedad cardiaca de fondo, aunque puede ser síntoma de alguna lesión del encéfalo. Sin embargo, otras veces puede tratarse de un signo que nos alerta de un infarto inminente. No importa si el sujeto es un atleta o una persona joven, se recomienda una evaluación para descartar lesiones de origen químico o infeccioso y también problemas congénitos.
A la alteración del ritmo habitual de los latidos se la conoce como arritmia. Entre las causas más comunes se encuentra la insuficiencia de potasio, un ataque al corazón, enfermedades congénitas, agrandamiento del corazón e hipertiroidismo. Con respecto a sus síntomas, podemos mencionar el dolor en el pecho, los desmayos, el vértigo, los mareos, la palidez, la dificultad para respirar y la sudoración.
La arritmia incluye la taquicardia y la bradicardia, pero también un ritmo irregular de latidos por minuto. A grandes rasgos, podemos decir que una de las opciones es que no provoque ningún perjuicio, mientras que también puede tratarse de una situación peligrosa que debe tratarse con urgencia o bien del signo de algún otro problema del corazón.