El lenguaje figurado es aquel por el cual una palabra expresa una idea en términos de otra, apelando a una semejanza que puede ser real o imaginaria. El lenguaje figurado se opone al lenguaje literal, que supone que las palabras tienen el sentido que define su significado exacto.
Por ejemplo: el término perro se refiere, en sentido literal, a un mamífero cuadrúpedo que pertenece a la familia de los cánidos. Sin embargo, en el lenguaje figurado, el concepto permite hacer referencia, al menos en Argentina, a alguien que es malo para desarrollar una cierta actividad. “Este equipo está lleno de perros” es una frase que podría mencionar a un conjunto de jugadores de un determinado deporte que no sobresalen por su calidad.
El lenguaje figurado sugiere significados y es el oyente o el lector el que debe encontrar el nuevo referente. Una persona que escucha la frase “este equipo está lleno de perros” y no comparte los códigos lingüísticos que se hablan en Argentina, es probable que quede desconcertada.
Lo que produce el lenguaje figurado es un desplazamiento del sentido. “Mi jefe ya rugió y me quedé sin alternativas” no significa que el patrón del hablante sea un león (el animal que ruge). La frase está sugiriendo que el jefe tiene una actitud feroz y que no se le puede discutir.
El lenguaje figurado en la poesía
Cuando leemos documentos científicos o jurídicos nos encontramos con un lenguaje conciso y directo (literal) que intenta ser lo más preciso posible para evitar confusiones. En la literatura, sin embargo es más común el lenguaje figurado, sobre todo en la poesía.
Según lo expresó el filólogo español Rafael Lapesa el lenguaje literario enriquece el léxico y afina los matices significativos de las palabras. Y en esta funcionalidad tiene el deber de recuperar ciertos términos perdidos y ampliar completamente el lenguaje coloquial. La utilización del lenguaje figurado en la literatura denota una fuerte capacidad de abstracción por parte del autor y una entrega absoluta al lenguaje más allá de los significados conocidos.
Un poeta puede escoger un determinado concepto para hilvanarlo con una idea, en algunos casos absolutamente personal y no necesariamente coincidente; se trata de utilizar una palabra en un sentido diferente al que la misma representa en el diccionario para relacionarla con una idea o sentimiento.
Este recurso es más utilizado en la poesía vanguardista y, teniendo en cuenta el movimiento en el que se ubique el autor dicha figuración será más o menos abstracta. Existen, sin embargo ciertas estándares, por ejemplo si un poeta expresa de alguien que tiene los ojos de mar, está queriendo decir que posee ojos claros, si dice que posee el cabello del color de la noche, está diciendo que su cabello es de un negro espeso y si dice que es de oro, lo tiene rubio.
La creación de metáforas
Cabe aclarar en este punto que el lenguaje figurado se utiliza sobre todo para crear metáforas es decir, para denominar o calificar una cosa de acuerdo a su semejanza con otra, pero sin nombrar dicha analogía.
Si el poeta dice «tenía el cabello rojo como el fuego» no se trata de un lenguaje figurado puesto que se está mencionando a ambos objetos que se comparan: el cabello y el fuego, en cambio si dice «tenía el cabello de fuego» se trata de una metáfora, está diciendo que ese pelo y el fuego se asemejan en el color, pero no lo dice de forma directa, se trata por tanto de un lenguaje figurado. Dicho esto sólo basta agregar que en una comparación deben mencionarse ambos objetos y la analogía que entre ellos existe.
Otro ejemplo de uso de este recurso poético podemos encontrarlo en los siguientes versos de Octavio Paz. Dice:
«Un sauce de cristal, un chopo de agua / un alto surtidor que el viento arquea«. Dicho mensaje figurado hace referencia a una fuente.