Manumisión es el acto y el resultado de manumitir: otorgarle la libertad a una persona que estaba sometida a la esclavitud. El término procede del latín manumissio.
Un esclavo es un individuo que se encuentra dominado por otro (su amo): es decir, no tiene libertad. El esclavo, por lo tanto, es propiedad del amo, quien aprovecha la fuerza de trabajo del sujeto.
La manumisión, en este marco, es el proceso que posibilita la liberación del esclavo. Así, gracias a la manumisión, el esclavo puede transformarse en un liberto.
Diversos motivos permitían la manumisión en la Antigua Roma. En ocasiones, el esclavo alcanzaba su independencia por un mérito extraordinario o por algún servicio prestado. En otros casos, el amo otorgaba la manumisión por su propia decisión y conciencia.
Luego de la manumisión, un antiguo esclavo podía ascender en la sociedad romana. De todos modos, lo habitual era que solo lograra integrarse a la plebe y que incluso continuara trabajando para quien era su propietario, reconvertido en su patrón.
Con la denominada manumisión civil, el flamante liberto adquiría el estatus de ciudadano de Roma. Con la manumisión pretoria, en cambio, el exesclavo no alcanzaba esa condición y además estaba obligado a legar la totalidad de sus bienes a su anterior amo al morir.
Esto responde a las dos formas que existían en el antiguo Imperio romano de ejercer la manumisión: la solemne y la no solemne, que también se conocen como la civil y pretoria, respectivamente. Si bien en ambos casos el antiguo esclavo recuperaba su libertad, solamente en la primera recibía el respeto propio de un ciudadano romano, mientras que el segundo se consideraba ciudadano latino.
Si ahondamos en estas dos formas, podemos encontrar una subclasificación. Dentro de la manumisión civil tenemos las siguientes posibilidades:
* por censo (per censum): cualquier esclavo que fuera inscrito en un censo llevado a cabo por un magistrado por parte de su dueño obtenía automáticamente la libertad desde que dicho censo entrase en vigor;
* por juicio (per vindicta): en un principio se trataba de un acto real que acarreaba la pronunciación de una afirmación de fuerza solemne en presencia del magistrado, lo que se conocía como vindicatio in iure. Este acto lo reafirmaba el funcionario denominado lictor, quien tenía a su cargo la escolta de los magistrados curules y la garantía del orden público similar a las funciones de la policía actual. En pocas palabras, el dueño expresaba frente al magistrado su deseo de que el esclavo se hiciera libre;
* en la iglesia (in sacrosanta ecclesia): tenía lugar si el obispo se ofrecía como testigo del acto por parte del dueño del esclavo de otorgarle la manumisión;
* por testamento (per testamentum): el dueño transcribía sus pertenencias en su testamento y el esclavo obtenía su libertad cuando el primero fallecía.
Con respecto a la manumisión pretoria, se subdividía en:
* entre amigos (inter amicos): eran necesarios cinco testigos de la declaración del dueño;
* por carta (per epistolam): el dueño enviaba una carta a su esclavo para devolverle su libertad;
* en la mesa (per mensam): el dueño invitaba a su esclavo a comer con él.
La manumisión, en definitiva, era una vía de extinción de la esclavitud. Gracias a ella, quien era esclavo dejaba de serlo y pasaba a gozar de una libertad individual hasta entonces inexistente para él, debido a que antes no era más que una propiedad de su dueño.
Con respecto a la etimología de la palabra manumisión, podemos decir que su origen es el latín, y que la conforman los siguientes dos componentes léxicos: el sustantivo manus (que podemos traducir como «mano») y el verbo mittere («arrojar, enviar»). El verbo original en latín que también se define como «darle a un esclavo su libertad» era manumittere.