Memorizar es el proceso que permite establecer un contenido en la memoria. Se denomina memoria, por otro lado, a la capacidad psíquica a través de la cual es posible retener y recordar datos del pasado.
Almacenamiento de datos codificados
El acto de memorizar, por lo tanto, consiste en la codificación y el almacenamiento de datos a nivel cerebral. Esto está vinculado con el aprendizaje, que se lleva a cabo cuando se adquieren y se modifican conocimientos y habilidades.
Las neuronas y las interconexiones que se forjan entre estas células (es decir, la sinapsis) son claves al memorizar. De acuerdo al alcance temporal del registro, se puede diferenciar entre la memoria a corto plazo (temporal) y la memoria a largo plazo (permanente).
Muchas veces se logra memorizar algo a través de su repetición. Es habitual que un estudiante, antes de rendir un examen, repita los conceptos o las ideas principales para memorizarlos. El problema radica en que el aprendizaje más útil es aquel que posibilita el rescate, la transformación y la contextualización de los contenidos, para lo cual es indispensable comprenderlos. En algunos casos, sin embargo, la persona puede memorizar sin comprender aquello que repite.
Aprender a memorizar
Nuestro cerebro no puede evitar almacenar datos, aunque esto no significa que lo haga de forma arbitraria. Tiene sus propios criterios, que se van desarrollando y perfeccionando de acuerdo a nuestras experiencias. Su comportamiento y su relación con nosotros es muy peculiar: si bien «somos sus dueños», no podemos controlarlo al cien por ciento, pero sí esculpirlo para que responda a nuestras necesidades y nos ayude a cumplir nuestros objetivos.
Si pudiéramos viajar en el tiempo, podríamos comprobar que el cerebro de una misma persona funciona de manera diferente según sus gustos, aficiones, intereses culturales y actividades. No es lo mismo pasar días enteros frente al televisor que estudiar ocho horas de piano diarias: mientras que el cerebro del primero carece de criterio ante el bombardeo aparentemente arbitrario de datos, el del segundo se especializa en memorizar intervalos, melodías, tensiones entre acordes, etcétera.
Mnemotecnia
Se llama mnemotecnia, por otra parte, a la técnica que ayuda a memorizar a partir de asociaciones mentales. Al almacenar datos como imágenes que se asocian de forma extravagante a aquello que ya se conoce, se facilita el recuerdo.
Una regla mnemotécnica muy popular consiste en cerrar los puños y contar los nudillos y las cavidades para recordar qué meses tienen 31 días y cuáles, menos: los meses que coinciden con un nudillo son de 31 días, mientras que el resto, de 30, 29 o 28 (estas últimas dos opciones corresponden a febrero, según se trata de un año bisiesto o no). De este modo, se cierra el puño y se comienza con el nudillo del meñique (enero), luego viene una cavidad (febrero), el nudillo del anular (marzo), otra cavidad (abril) y así sucesivamente.
Es importante señalar que los métodos que usa la mnemotecnia para memorizar palabras y conceptos se apoya en las reglas del propio cerebro, como si se tratara de «explotar una vulnerabilidad» de un sistema operativo para acceder a partes que no están abiertas al usuario. Quienes apelan a la mnemotecnia para sus estudios, por ejemplo para la memorización del alfabeto chino asociando los caracteres con diferentes imágenes, pueden acelerar el proceso de manera considerable; sin embargo, no debemos dejar de mencionar que el precio a pagar es una ralentización en la búsqueda de lo aprendido a la hora de usarlo.
Retomemos el ejemplo de los meses y la cantidad de días. Mientras que una persona que lo aprende de manera espontánea simplemente busca en su cerebro el dato que necesita (como ser, «cuántos días tiene julio»), quien se haya apoyado en la mnemotecnia deberá recurrir inevitablemente a su puño cerrado para pasar nudillo por nudillo hasta dar con el séptimo mes y recién entonces comprobar, de acuerdo con la regla correspondiente, si se trata de un mes de 30 o de 31 días.