Mordaz, procedente del vocablo latino mordax, es un adjetivo que tiene varios usos. La primera acepción que puede encontrarse en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) refiere a aquello que resulta corrosivo.
Lo corrosivo, a su vez, es algo que corroe: es decir, que degrada, desgasta o destruye. Cuando el concepto se aplica a una persona o a sus expresiones, se vincula a que resulta picante o dañina.
Por ejemplo: “El cantante italiano era conocido por sus comentarios mordaces sobre el escenario”, “El tenista fue sancionado por su mordaz crítica contra las autoridades del torneo”, “En su nueva película, el cineasta estadounidense ofrece una mirada mordaz sobre la situación política en su nación”.
Las palabras y las acciones mordaces incluyen una cuota de malicia y suelen ser ingeniosas. El objetivo es plasmar una crítica de manera original o, al menos, evitando lo obvio o lo directo.
Tomemos el caso de un futbolista que, luego de discutir con su entrenador, es separado del plantel. En el primer partido de su equipo desde que se impuso la sanción, el conjunto cae por 4 a 0. Ante esta situación, el deportista castigado les comenta a los periodistas: “Tenemos un gran entrenador que, una vez más, mostró su gran lectura del juego. Seguramente, gracias a su dirección, seguiremos obteniendo logros”. Debido a esta ironía, la prensa afirma que el jugador fue mordaz y fustigó al DT.
Que alguien sea calificado como mordaz, en definitiva, supone que tiene una tendencia a expresarse de manera áspera y sarcástica. Estas personas suelen hablar por lo bajo, es decir, por detrás, o bien criticar muchas veces sin necesidad a los demás haciendo uso de frases ingeniosas.
El contenido de una frase mordaz puede considerarse agrio o malicioso, y en este punto podemos diferenciarlo con facilidad de una crítica constructiva, ya que no se trata de un comentario que pretenda ayudar al otro a cambiar o mejorar, sino de una «puñalada» para desquitarse por una situación que no fue muy placentera para el emisor o simplemente por otras cuestiones, como ser la envidia.
Si retomamos el ejemplo del jugador de fútbol que habla de la forma de trabajar de su entrenador con los medios de comunicación, vemos con claridad que sus palabras provienen del dolor que le causó haber sido suspendido. Dicho de otra manera, es muy probable que si no hubiera sufrido esa humillación luego de haber discutido con su superior su forma de hablar de él hubiera sido positiva y halagadora. Esto nos lleva a pensar que la mordacidad, o sea, la cualidad de mordaz, no siempre es una característica presente de manera constante en la personalidad de alguien.
A continuación veremos algunos de los sinónimos que podemos usar en nuestro discurso para sustituir el término mordaz, el cual -valga la aclaración- no es muy común en el habla cotidiana, sino que se reserva en especial para la literatura y los medios de comunicación de carácter informativo: sarcástico, satírico, punzante, incisivo, corrosivo, irónico, malévolo y virulento. Entre sus antónimos podemos destacar los siguientes: delicado, sincero y benévolo.
En dicha lista sí encontramos algunas palabras que podemos usar en el lenguaje popular, como ser sarcástico e irónico, aunque sus significados no siempre están bien definidos. Irónico es quien se burla de forma disimulada y fina, por medio de comentarios que parecen indicar justo lo contrario a su verdadera intención. Alguien sarcástico hace uso de la ironía, de una burla cruel, para maltratar u ofender a alguien o para hacer mofa de algo. En cualquier caso, podemos apreciar el ingenio puesto al servicio de la agresión verbal por medio de una comunicación indirecta.