Se llama orden colonial a la organización social que imponen los conquistadores sobre el pueblo conquistado. Dicho orden se establece a partir de vínculos culturales, políticos y económicos de dominación.
Una colonia es un territorio que domina y administra una nación extranjera. Esto quiere decir que se trata de tierras que están fuera del país que las hizo propias. Para conservar el control de la colonia y explotarla, la potencia en cuestión instaura un orden colonial con instituciones sociales de su conveniencia.
Establecimiento del orden colonial
Para que exista una colonia, primero debe concretarse un acto de conquista: la potencia se desplaza hacia una región foránea y se establece allí, por lo general haciendo uso de la fuerza y subyugando a los pobladores nativos. Una vez hecho esto, la sociedad dominada es reorganizada según los intereses del conquistador, que impone un orden colonial.
La violencia, ya sea directa o simbólica, es una de las claves del orden colonial. Solo mediante mecanismos violentos una mayoría puede ser sometida al mandato de una minoría.
La metrópolis, en definitiva, reorganiza el Estado, orienta el desarrollo económico e impulsa pautas culturales en beneficio propio. El resultado de estas prácticas es el establecimiento de un orden colonial.
Un sistema de dominicación
Puede afirmarse que el orden colonial es una parte intrínseca del colonialismo, tal como se conoce al sistema a través del cual un Estado extranjero ejerce su dominio sobre una colonia.
La necesidad de obtener materias primas, el objetivo de instalarse en una región estratégica por su ubicación geográfica y la voluntad de imponer creencias que considera superiores son algunos los motivos que llevan a un país a desarrollar el colonialismo.
El orden colonial impuesto por España
La pirámide que surge como resultado del orden colonial cuenta con varios peldaños en los cuales se ubican los diferentes grupos de personas que son sometidas por los colonizadores. Si nos centramos en el caso de España, sobra decir que en la cima de esta organización jerárquica se encontraban los españoles, grupo en el cual estaba los virreyes, los obispos, las autoridades de las comunidades religiosas de más peso, los comerciantes de la corona y algunos funcionarios.
Para mantener el orden colonial los españoles se organizaron de manera tal que los colonizadores se comunicaran con su tierra esporádicamente para enviar y recibir información y tomar decisiones que estuvieran de acuerdo con los deseos de los Reyes. Pero como en toda pirámide, no se puede ir directamente desde el pico hasta la base; en este caso, si se hubieran puesto a todo el pueblo en contra habrían sido vencidos en unas horas. Por esta razón, optaron por dar un poco de poder a cada escalón, para generar en ellos la ilusión de respeto y consideración.
Por debajo de los españoles, por lo tanto, se encontraban los criollos, grupo en el cual estaban los hacendados y encomendaderos, quienes podían acceder a los cabildos, entrar en las comunidades religiosas e incluso ocupar un sitio medianamente visible en las parroquia.
El orden colonial consideraba que los mestizos, mulatos y zambos eran menos importantes que los criollos, y por eso los destinó a trabajos más duros, más manuales, como la agricultura, la carpintería y la albañilería, aunque también podían dedicarse a la artesanía. Los indios ocupaban el siguiente peldaño hacia abajo, y esto se podía apreciar en un mayor desgaste físico y un número menor de privilegios sociales y culturales.
Al pie de la pirámide del orden colonial se encontraban los negros, quienes debían someterse a la esclavitud y realizar los peores trabajos de la época, sin derechos ni privilegios de ningún tipo. En la actualidad leemos esta descripción y nos causa terror, pero deberíamos preguntarnos si esta jerarquía no ha dejado ningún vestigio, no solo en los gobernantes, sino en nosotros mismos, al tratar con el vecino.