El adjetivo pálido, cuya raíz etimológica se encuentra en el latín pallĭdus, permite calificar a aquel que presenta la piel de su rostro con un color más claro o de un tono más blanquecino de lo habitual. Dicha particularidad puede deberse a un problema de salud.
Muchas causas pueden provocar que un individuo esté pálido. Lo habitual es que se trate de un trastorno pasajero y que no demande atención médica; sin embargo, en algunos casos es necesaria la intervención de un profesional y el desarrollo de un tratamiento.
Por lo general la palidez se vincula a una caída de la irrigación sanguínea de la piel, aunque también puede asociarse a una disminución del número de glóbulos rojos en el organismo. Un bajo nivel de azúcar en sangre, la anemia y la hipotermia, por ejemplo, hacen que un sujeto se ponga pálido.
El tratamiento dependerá del motivo de la palidez. Cuando quien está pálido tiene además otros síntomas, o adquiere la palidez de manera súbita y generalizada, es conveniente consultar a un médico.
Si bien, como se menciona en los párrafos anteriores, la piel pálida no suele ser signo de un problema grave y por lo general no amerita un tratamiento médico, debemos estar atentos a las partes del cuerpo en las que se presenta esta condición tan ambigua para saber si debemos acudir a un médico. Las palmas de las manos, la lengua, la cavidad bucal, el revestimiento ocular, las uñas y los labios son precisamente los sitios en los cuales no debería haber palidez; si la detectamos, entonces puede que necesitemos atención profesional.
El diagnóstico no siempre es fácil ya que depende de varios factores, como ser el grosor de la piel, su color y el número de vasos sanguíneos que haya en el tejido subcutáneo de la zona afectada. Es importante tener en cuenta que la piel pálida es un problema diferente a la pérdida de pigmento: la primera está más ligada a la circulación de la sangre mientras que la segunda, al depósito de melanina.
Además de las causas antes mencionadas, podemos sumar las siguientes para entender el origen del aspecto pálido de la piel: una nutrición deficiente; un desmayo; hipoglucemia; enfermedades subyacentes de variadas intensidades, que pueden ser crónicas o pasajeras, simples infecciones o incluso un cáncer; ingesta de ciertos medicamentos; deficiencia de alguna vitamina fundamental para la salud.
Entre las preguntas claves para realizar un diagnóstico, el médico intentará saber si el estado pálido se ha presentado de manera súbita, si ha venido inmediatamente después de un recuerdo traumático, si afecta al cuerpo en general o tan solo a una o más partes, si el paciente presenta otros síntomas que hayan aparecido conjuntamente y si tiene dificultad para sentir el pulso en la región afectada.
Se califica como pálido, por otra parte, a un color de poca intensidad. Así puede hablarse de azul pálido, verde pálido, etc.
A la falta de firmeza, definición, ímpetu o energía, por último, también se alude como pálido, al igual que a aquello que resulta pobre o insuficiente: «Fue un partido pálido, de escasas emociones», «No tengo más que un pálido recuerdo de mi abuelo Juan ya que murió cuando yo era un niño», «El equipo obtuvo pálidos resultados en su gira internacional».
En este sentido figurado, la palidez se puede entender como un sinónimo de falta de saturación, es decir que los colores no se ven con la suficiente intensidad y, por lo tanto, no se distinguen con facilidad de los demás. De este modo, un recuerdo pálido no está muy bien definido, podemos sentirlo pero no aferrarnos a él para describirlo con nitidez. Un evento deportivo pálido, por otra parte, no consigue atrapar a su público porque no tiene momentos contrastantes, brillantes, sino que todos provocan emociones similares.