La perspectiva es el arte que se dedica a la representación de objetos tridimensionales en una superficie bidimensional (plana) con la intención de recrear la posición relativa y profundidad de dichos objetos. La finalidad de la perspectiva es, por lo tanto, reproducir la forma y disposición con que los objetos aparecen a la vista.
Se conoce como perspectiva tanto a esta técnica como a la obra o representación que se ejecuta mediante este arte. Por ejemplo: “En este cuadro vemos la perspectiva de una montaña desde su base”, “El maestro de dibujo me felicitó por el trabajo, aunque me aconsejó que prestara especial atención a la perspectiva”.
Cómo se representa la perspectiva
Una forma habitual de calcular proporciones y realizar una correcta representación de la perspectiva es la utilización de un lápiz como regla, y consiste de los siguientes pasos: se escoge el objeto que se quiere usar como parámetro para el dibujo y luego, con el brazo estirado, se toma el lápiz con la punta hacia arriba y se alinea la punta con la parte superior del objeto, mientras el dedo marca la parte inferior. Esta técnica ayuda a calcular las proporciones de diversos objetos para trasladarlas al papel.
Mediante el uso de programas de diseño en 3D, los artistas no deben preocuparse por calcular la perspectiva; sin embargo, a través de la ingeniosa utilización de la cámara y de sus características, es posible crear efectos tales como la acentuación del tamaño de ciertos elementos, o la falsa disminución de la profundidad (lograr que los objetos parezcan estar más cerca entre sí en el eje z).
El punto de vista
Por analogía a estas nociones, se llama perspectiva al punto de vista desde el cual se considera un asunto determinado. En este sentido, se trata del juicio personal o de la visión subjetiva de un sujeto: “Desde mi perspectiva, la decisión del investigador fue la correcta”, “La perspectiva del presidente sobre el conflicto bilateral es muy diferente de la que mantienen sus ministros y asesores”.
Dado que los seres vivos atravesamos un complejo y, en algunos casos, extenso desarrollo, es comprensible que nuestra perspectiva se vea modificada más de una vez a lo largo de nuestra vida. Partiendo de nuestro crecimiento a nivel físico, que causa que veamos el mundo desde diferentes alturas durante los primeros años, una misma situación no causará el mismo impacto en un niño, en un adolescente o en un anciano. Las experiencias nos aportan elementos que gradualmente alteran ciertos conceptos, lo cual desemboca inevitablemente en que cambie nuestra forma de entender el entorno y de reaccionar frente a los sucesos que nos rodean.
Muchas personas recuerdan con ternura cuánto más alto parecía el árbol de navidad a los tres años, o cuánto más grande se veía la casa de nuestra infancia; nos cuesta entender por qué nuestros padres tenían menos defectos, qué ha causado que los inviernos ya no sean tan fríos como antes, o que ya no tengamos una relación tan fluida con una persona que solía ser muy cercana para nosotros. Nadie nos prepara para dichos desencantos, y no todos están preparados para tolerarlos; sin embargo, mirar el mundo a través de diferentes perspectivas es natural y, por mucho que nos cueste aceptarlo, necesario.
El resto de los animales experimenta estos cambios tanto como nosotros y, observando sus vidas, es muy fácil entender la necesidad imperiosa de modificar ciertos conceptos para conseguir sobreponerse a las amenazas del mundo exterior. Cuando una cría de un zorro se cruza con una boa, por ejemplo, no siempre tiene la astucia de alejarse rápidamente; sin embargo, ese ser que en un principio puede parecerle gracioso y llamativo, se convertirá en una clara amenaza cuando aprenda las pertinentes lecciones por parte de su madre.