Phubbing es un concepto inglés que, de acuerdo a lo sugerido por la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA), puede traducirse como ningufoneo. La noción alude a la actitud que adopta un individuo cuando ignora a otros sujetos y a lo que sucede a su alrededor para concentrar su atención en algún dispositivo móvil, como un teléfono o una tablet (tableta).
El vocablo se forma a partir de phone (“teléfono”) y snubbing (que puede traducirse como “ningunear”). Quien incurre en el phubbing, por lo tanto, deja de atender a su entorno y solo observa su celular o móvil.
La raíz del phubbing puede encontrarse en la adicción que las nuevas tecnologías generan en muchas personas. Hay quienes desarrollan una dependencia psicológica del teléfono o del dispositivo conectado a Internet, descuidando los vínculos personales y distintas cuestiones esenciales de la vida cotidiana.
El phubbing afecta a niños y adultos de todas las edades. Cuando el teléfono se convierte en el centro de la existencia, se limitan o eliminan las conversaciones cara a cara y la actividad física, por ejemplo.
Otro aspecto a considerar es que el phubbing supone un comportamiento grosero o descortés, aunque esté socialmente aceptado. Aquel que está todo el tiempo mirando su teléfono ignora a los demás y refleja desinterés por el ámbito en el cual se encuentra.
De acuerdo a diversas investigaciones, el phubbing es un fenómeno que revela los efectos dañinos del uso excesivo de la tecnología, que incluyen el deterioro de las relaciones sociales y trastornos en la salud física y mental.
Una situación cotidiana en la que se aprecia el phubbing especialmente es la consulta médica en un centro de salud. Antes de la llegada de los teléfonos móviles con Internet y aplicaciones de redes sociales, lo normal era que se dieran conversaciones de manera espontánea entre los pacientes que aguardaban su turno en la sala de espera; en la actualidad, sin embargo, niños, adultos y ancianos se muestran hipnotizados por sus teléfonos móviles, como si no estuvieran realmente allí.
Los medios de transporte público son otro espacio en el cual el phubbing prolifera a límites que no habríamos podido imaginar hasta finales de los años 90. El gran problema de este fenómenos es que se ha propagado a tal punto que ya no queda casi nadie a quien ignorar, porque la mayoría de la gente se deja obnubilar por sus dispositivos electrónicos.
Pero esto no quiere decir que los teléfonos móviles y las tabletas sean negativas en sí mismas, sino que tendemos a hacer un uso indebido de ellas si nos volvemos adictos a las ofertas más superficiales de Internet y a los videojuegos diseñados específicamente para hacernos perder el tiempo y el dinero. Si aprovechamos las cosas buenas que tienen para ofrecernos, pueden convertirse en herramientas invaluables en nuestro desarrollo.
Por ejemplo, gracias a contar con un dispositivo electrónico capaz de ejecutar un sinfín de programas y de conectarse a Internet casi desde cualquier ubicación geográfica, podemos trabajar en nuestros proyectos creativos sin interrupciones incluso cuando tenemos compromisos fuera de casa. Retomando uno de los ejemplos anteriores, no está mal continuar escribiendo nuestra novela o diseñando nuestro sitio en el consultorio médico, así como tampoco es negativo continuar leyendo nuestro libro favorito; el problema es que casi nadie hace ninguna de estas cosas, sino que se pasa el tiempo mirando fotografías que no le interesan, probando juegos adictivos y respondiendo mensajes de gente con la que desearía dejar de tratar.
El phubbing puede conducirnos a perder el control de nuestra vida social, con el consiguiente empobrecimiento intelectual y emocional que esto acarrea. Si ignoramos nuestro entorno material, olvidamos poco a poco los fundamentos de la comunicación gestual y oral, y de este modo nos vamos convirtiendo en entes inanimados que solo existen detrás de un avatar.