La piromanía es un desequilibrio mental que lleva a una persona a obsesionarse con el fuego. Los individuos que sufren este trastorno se conocen como pirómanos.
Un pirómano, por lo tanto, es un sujeto que se siente atraído a generar y propagar el fuego. Esto hace que se dedique a provocar incendios de manera intencional, gozando del proceso y de las consecuencias. Por ejemplo: «La policía detuvo a un pirómano que planeaba incendiar un automóvil frente a la Plaza Mayor», «Por culpa de un pirómano, perdimos todo lo que teníamos», «No creo que haya sido un accidente: sospecho de la acción de algún pirómano».
El pirómano según la psicología
Hoy, desde la psicología, suele considerarse que el pirómano sufre una enfermedad. A lo largo de la historia, sin embargo, a las personas que tenían tendencia a provocar incendios se las consideraba como individuos con defectos morales, y no como enfermos.
Es importante diferenciar, de todos modos, entre un pirómano y un incendiario que produce un incendio con un fin concreto: obtener una ganancia económica, generar un perjuicio a otra persona, etc. Los pirómanos, en cambio, prenden fuego por la acción en sí misma, sin otra finalidad. Suele tratarse de hombres solitarios, aquejados por una profunda angustia que consiguen aliviar al comenzar un incendio. Con el fuego ya desatado, estas personas pueden experimentar una sensación de relajación o vivir un momento muy placentero.
Lograr que los pirómanos reciban atención en las clínicas psiquiátricas resulta muy importante ya que su accionar puede provocar desde grandes pérdidas materiales hasta víctimas fatales o catástrofes ecológicas.
El diagnóstico
Para que un individuo pueda ser diagnosticado como pirómano, es esencial que se cumplan los siguientes seis criterios:
- Debe haber generado más de un incendio de forma deliberada y recurrente.
- Antes de cada incendio, debe sentir activación emocional o tensión.
- Debe expresar una fascinación o una profunda atracción por el fuego y por todo lo relacionado con el mismo. Por ejemplo, por los diversos usos que le da el ser humano, por las consecuencias que puede tener en un incendio que no se detenga a tiempo, por los equipos usados para extinguirlo, etcétera.
- Debe sentir un gran placer o alivio una vez que comienza el incendio, y lo mismo debe suceder mientras aprecia de su repercusión.
- Como se explica en un párrafo anterior, un pirómano no debe tener motivos similares a los de un incendiario para prender fuego, como ser ganar dinero, dar un mensaje relacionado con sus convicciones políticas, vengarse de alguien, destruir pruebas de un delito. Del mismo modo, el incendio no debe ser provocado como consecuencia del consumo de estupefacientes y sus consiguientes alucinaciones o delirios, ni por retraso mental, traumas cerebrales o demencia.
- La acción de prender fuego no puede deberse a un episodio maníaco, un trastorno de la conducta o de personalidad antisocial.
Tratamiento del pirómano
El tratamiento que recibe un pirómano suele apuntar a modificar su conducta a través de un sistema de recompensa y castigo. En el caso de niños y adolescentes, dado que el origen de la piromanía suele estar relacionado con una realidad muy caótica en el hogar, se comienza entrevistando a los padres o tutores en presencia del menor, para poder establecer los puntos a tratar dentro del grupo familiar, como ser las tensiones, la falta de supervisión y las medidas disciplinarias deficientes.
Para los adultos el tratamiento resulta más difícil, ya que muchos viven solos y se niegan a colaborar en su propia recuperación. Por eso, a diferencia de los niños, que suelen recibir una asistencia enfocada a mejorar su entorno a través de nuevas reglas y de la supervisión, se recurre a una combinación de terapia y medicamentos.