La polémica es algo que provoca controversias y despierta pasiones encontradas. El concepto, que tiene su origen en la lengua griega, está vinculado a los ardides que se utilizan para defender u ofender una postura.
La polémica puede ser definida como la práctica de los contendientes que intentan refutar o avalar una determinada posición. Cuando una persona hace un planteo que encuentra una respuesta contraria, se produce la polémica.
Por ejemplo: “En medio de la polémica, el entrenador aseguró que no renunciará a su cargo”, “Las declaraciones del artista sobre la religión generaron una gran polémica”, “Polémica por las escenas de desnudez en la última película del director británico”.
Polémicas habituales
La polémica está vinculada a la retórica, que es la capacidad de otorgar al lenguaje la eficacia necesaria para persuadir o conmover. La generación de polémica supone que el discurso o la acción logran despertar una pasión o sentimiento, ya sea favorable o negativo.
Para que exista la polémica, tiene que haber un tema que apasione a la gente y que la lleve a defender una posición. La política es una de las esferas habituales de la polémica, ya involucra la ideología de las personas y las decisiones que se toman en su nombre afectan a pueblos enteros y, en muchos casos, a todo el mundo.
La religión también suele ser un campo fértil de polémicas por tocar fibras sensibles de la gente. Aquellas acciones o manifestaciones que resultan contrarias a una creencia religiosa despiertan el enojo y la indignación de los fieles, y esto desata un enfrentamiento que ha atravesado muchas generaciones.
Otro espacio propicio para la polémica es el deporte. Los fallos de los jueces y las decisiones de los entrenadores muchas veces son ejes de conflictos.
Los derechos de los seres vivos
Cuando las polémicas abordan temas relacionados con los derechos de los seres vivos, resultan especialmente difíciles de resolver. Tal es el caso de las protestas contra los muchos actos de violencia que el ser humano organiza y dirige hacia el resto de las especies animales en todas partes del mundo. Ya sean corridas de toros, parques acuáticos, mataderos o zoológicos, nuestra relación con los demás habitantes de este planeta deja mucho que desear, y es motivo de recurrentes enfrentamientos entre grupos animalistas y robots corporativos.
La característica más alarmantes de este tipo de polémicas es que no tratan acerca de gustos o preferencias, sino del derecho a ser libres, algo de lo cual todos los seres vivos deberíamos gozar. Por alguna razón que nadie se ha detenido a explicarnos de manera convincente, nuestra especia ha decidido que tiene el poder de adueñarse de territorios e individuos como le plazca; cuando alguien se opone a la explotación de los animales en parques de atracciones y zoológicos, la Ley se pone del lado de los torturadores, y lo mismo ocurre en la mayoría de los casos.
Polémicas que invitan a pensar
De esta manera, el choque de opiniones no consigue la fuerza suficiente para conseguir un cambio profundo, aunque esto no signifique que sea en vano. Las personas no nos caracterizamos por pensar detenidamente las cosas antes de actuar; al menos, resulta difícil negar que pasamos la primera parte de nuestras vidas, un promedio de una década, absorbiendo el bagaje cultural que nos imponen nuestros mayores, sin cuestionar de forma significativa sus principios. Para cuando alcanzamos la adolescencia, ya hemos sido programados.
Esto dificulta nuestro discernimiento del bien y del mal; pero es posible enfrentarse a nuestras raíces e intentar pensar por nosotros mismos. Muchos repiten que atacar a un toro hasta causarle una dolorosa muerte frente a una multitud de gente enardecida no constituye una tortura, sino un festejo, un ritual; pero ¿cuántas de esas personas se han puesto a pensar en lo que verdaderamente ocurre durante esas penosas celebraciones? Una polémica puede conseguir que algunas de ellas abran los ojos, y allí reside su potencial efectividad.