Portación es un término que se utiliza en algunos países para nombrar al porte de ciertos objetos. El concepto, por lo tanto, está vinculado al verbo portar (trasladar o transportar algo).
Por ejemplo: «Dos jóvenes fueron detenidos frente a la Plaza Mayor por portación de droga», «El futbolista fue detenido por portación ilegal de arma de fuego cuando salía del entrenamiento», «Mucha gente piensa que la portación de marihuana para consumo personal no debe estar penada».
Portación de armas de fuego
El uso más frecuente de la noción de portación se encuentra asociado a las armas de fuego. Por lo general, la portación de armas debe ser habilitada por un organismo del Estado, que otorga el permiso correspondiente.
La entidad responsable se encargará de analizar diversas cuestiones, como los antecedentes de la persona, el tipo de arma que desea portar, etc. y, en caso de brindar una respuesta favorable, otorgará un permiso de portación que deberá ser renovado cada una cierta cantidad de tiempo.
Cuando la persona porta armas sin contar con la habilitación estatal, incurrirá en el delito de portación ilegal de arma de fuego que, de acuerdo a la legislación, será castigado de diferentes maneras.
Tenencia de drogas ilegales
En ocasiones, la portación también puede referirse a la tenencia de drogas ilegales. En este caso, se hablará de «portación de cocaína», «portación de marihuana» o de otro tipo de sustancias.
A diferencia de lo que ocurre con las armas de fuego, lo habitual es que no exista ninguna clase de permiso que avale al ciudadano a portar drogas.
Portación de rostro
La policía de ciertos países tiene un derecho que consiste básicamente en aplastar los de un tercero: detener a un civil por «portación de rostro», es decir, por tener una cara que suscite sospechas acerca de su comportamiento como ciudadano. Esto puede parecer leve ante historias de oficiales que disparan a alguien por discriminación racial, o de familias que ejecutan a sus hijos por ser homosexuales pero, dado que ninguna de estas situaciones debería estar permitida, la gravedad es la misma.
Para entender este concepto, retorcido si los hay, deberíamos preguntarnos qué es un rostro sospechoso. Entonces, si nos basamos en crímenes conocidos, sin permitir que los prejuicios interfieran en nuestra investigación, encontraremos delincuentes de todas las naciones del mundo, con rasgos tan variados como puede haberlos, con diferentes posturas religiosas (desde el fanatismo hasta el ateísmo), y con todas las orientaciones sexuales posibles. Sobra decir que por este camino no daremos con el individuo culpable de «portación de rostro».
Dicho esto, sólo queda intentar pensar con una mente obtusa e injusta, mirando el mundo a través del cristal que nos divide en jerarquías que responden al color de nuestra piel y a nuestros rasgos, y es entonces cuando podemos precisar uno o más rostros sospechosos. ¿Es posible que exista este derecho en una era en la que, por otro lado, el ser humano está realizando importantes descubrimientos y avances a nivel científico y tecnológico? ¿Puede coexistir el plan de habitar Marte con la discriminación racial? ¿Estará permitido detener a un ciudadano de Marte por portación de rostro?
El origen de este lamentable derecho se encuentra en la cultura, en la crianza, en el hombre de la bolsa… Nos enseñan a desconfiar de las personas diferentes a nosotros, de aquellas que no pertenecen a nuestra familia, y así comienza la discriminación a los negros, pero también a los blancos, a los amarillos y a los rojos; porque todos somos diferentes a alguien, y podemos estar en la mira del odio y el rencor. La seguridad que nos da pertenecer a una mayoría es tan falsa e infundada como la existencia de dicha mayoría.