Un problema es una dificultad o un obstáculo que complica el cumplimiento de un objetivo. Aprendizaje, en tanto, es el proceso que se lleva a cabo para adquirir conocimientos o desarrollar habilidades.
Los problemas de aprendizaje aparecen cuando un individuo tiene inconvenientes a la hora de incorporar un saber o de optimizar una práctica. Se trata de trastornos que pueden producirse por diferentes motivos y que se manifiestan de diversas maneras.
Entre los tipos de problemas de aprendizaje, aparecen las trabas para leer, comprender, expresarse o fijar la atención. Es habitual que estos impedimentos se detecten en la infancia y que un mismo niño sufra más de un problema de aprendizaje.
De acuerdo a los especialistas, los problemas de aprendizaje no están vinculados a la inteligencia, sino que se asocian a las estructuras cerebrales y a cómo el cerebro logra desarrollar el procesamiento de la información. Muchas veces las causas son genéticas, aunque también pueden adquirirse estos problemas por otros motivos, como la exposición a ciertos tóxicos.
La agrafía o disgrafía (dificultades para escribir), la dislexia (dificultades para leer) y la discalculia (dificultades para realizar cálculos matemáticos) están entre los problemas de aprendizaje. Otros estorbos, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad y las discapacidades auditivas y de memoria, también suelen considerarse como parte de los problemas de aprendizaje, aunque los trascienden.
El tratamiento de los problemas de aprendizaje requiere la intervención de expertos en educación especial. Es frecuente que se le ofrezcan al niño desde recursos tecnológicos hasta métodos alternativos de enseñanza para minimizar las falencias y potenciar sus puntos fuertes.
Como todo problema, los de aprendizaje tienen un origen que puede atacarse para evitar su desarrollo y, por consiguiente, la necesidad de corregirlo en el futuro. En este caso en particular, debemos distinguir los que se dan por cuestiones biológicas de los psicológicos. Si bien los primeros pueden responder a condiciones de salud o enfermedades de nacimiento o de aparición impredecible, los demás suelen surgir como respuesta a una crianza deficiente.
Nuestros mayores son los responsables de enseñarnos los primeros conceptos, pero no basta con pasarnos sus conocimientos sino que deben inculcarnos el gusto por el aprendizaje. Este aspecto es el más importante para que podamos continuar desarrollando nuestro intelecto una vez que nos independizamos, ya que se convierte en un impulso casi natural que nos lleva a sentir de forma genuina el deseo de enriquecernos.
Si la crianza no incluye este incentivo, el niño puede considerar que la escuela es un peso innecesario, un obstáculo que debe sortear de la manera más astuta posible para alcanzar «su libertad». Esto conduce a un desperdicio de años y dinero que luego se traduce en una preparación deficiente para hacer frente a la vida adulta. Si no nos enseñan a aprender, si no nos transmiten el gusto por incorporar nuevos conceptos y habilidades, tendremos problemas de aprendizaje porque habremos desarrollado un rechazo natural a este proceso.
Los expertos se acercan a los pacientes con problemas de aprendizaje estudiando sus raíces y proponiéndoles los estímulos más adecuados. Sobra decir que la imposición no sirve de nada, ya que es precisamente esta estrategia la que genera un porcentaje de fracaso tan grande en la educación tradicional. Por el contrario, el objetivo debe ser generar esa necesidad de aprender que el paciente no tiene, para que una vez superado el tratamiento pueda continuar creciendo sin ayuda.
La falta de autoestima es uno de los factores comunes en la mayoría de los casos, aunque no siempre se advierta a simple vista. Incluso en personas con actitudes aparentemente soberbias puede existir el miedo a ser consideradas inferiores. Atravesar una barrera como esta puede ser un gran desafío para un profesional, más aún que un caso de falta de atención.