La utilidad de la prosopografía depende del género y del autor.
Se denomina prosopografía a la descripción que se realiza de las características exteriores de un individuo. El término suele emplearse en el terreno de la retórica.
TemasAspecto físico
La prosopografía está centrada en el aspecto físico. Puede detallar cuestiones vinculadas a la apariencia, como el color de ojos y del cabello, la estatura y la contextura corporal. La etopeya, en cambio, se orienta al carácter y a los rasgos psicológicos de la persona.
Es habitual que la prosopografía se combine con la etopeya a la hora del desarrollo del retrato de un sujeto. Así el acto de describir incluye tanto lo físico como lo mental o abstracto.
Un ejemplo de prosopografía es el siguiente: “El vendedor era un hombre calvo y regordete. Sus ojos eran dos puntos minúsculos de color negro que se perdían en la inmensidad de su rostro lleno de pliegues y arrugas. Cada vez que hablaba, apenas movía sus gruesos labios de tonalidad pálida”.
Como decíamos líneas arriba, la prosopografía puede combinarse con la etopeya para construir un retrato: “Al ver a la dueña de la empresa, me sorprendió su juventud. Era una muchacha alta y atractiva, con una larga cabellera rubia y ojos celestes de gran brillo. La chica irradiaba seguridad: se notaba que era una persona con una elevada autoestima, consciente de su encanto. También era muy simpática y de agradable conversación”.
Usos de la prosopografía
Cabe resaltar que la prosopografía se utiliza con mucha frecuencia en el ámbito de la literatura. Pero también aparece en crónicas y en otros tipos de artículos periodísticos y textos en general. Esto se da porque tanto a los autores como a los lectores nos resulta atractivo y necesario conocer el aspecto material de las personas y las cosas, para poder hacernos una idea más definida en nuestra mente.
Claro que en la ficción existen infinitas formas de abordar la creación y descripción de un personaje: a grandes rasgos podemos señalar un extremo en el que los escritores señalan cada detalle físico, tanto del cuerpo como de la vestimenta, y otro en el cual el enfoque es más subjetivo, para que el lector complete la información con su propia imaginación. Ninguno es mejor, sino que se trata de maneras diferentes de concebir la creación literaria.
En el ámbito del periodismo, por otra parte, la imaginación no tiene lugar ya que los datos deben ser objetivos y concretos. Un artículo acerca de un abusador de menores que ha quedado en libertad luego de un juicio con un fallo cuestionable debe describir al criminal con lujo de detalle para que la gente pueda reconocerlo y evitar que dañe a su familia. No es tan importante el carácter de su mirada como su aspecto físico y los hechos deleznables que realmente cometió.
La prosopografía puede aportar profundidad a un texto.
Más allá de la retórica
Las figuras retóricas son aquellos recursos que se aplican en la creación literaria para enriquecerla, para otorgarle mayor profundidad y variedad a una obra. Gracias a ellas podemos articular la escritura con elementos menos predecibles, más complejos y, en última instancia, más atractivos para el lector. Sin embargo, tanto la prosopografía como otras figuras literarias aparecen de manera espontánea en la vida cotidiana, aunque con un menor grado de complejidad y corrección.
No podemos negar cuán comunes resultan las descripciones físicas en las conversaciones informales: cuando hablamos de una persona desconocida para nuestro interlocutor, por ejemplo, solemos mencionar sus rasgos más sobresalientes para darle una idea de su aspecto físico. Algo similar ocurre con la comparación, la metáfora y la prosopopeya: no creamos poemas bellísimos o relatos brillantes al charlar con nuestros vecinos, pero seguramente hacemos uso de éstas y otras figuras sin darnos cuenta.
