El avéstico ẖšathrapāvan, traducible como “protector del dominio”, llegó al griego como satrápēs, que a su vez arribó al latín como satrăpa. Este es el recorrido etimológico de sátrapa, término cuya primera acepción en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) refiere a quien gobernaba una provincia en la Antigua Persia.
Un gobernador persa
Un sátrapa persa, por lo tanto, era un gobernador. Accedía al cargo por elección directa del rey y se encargaba de controlar el orden público, recaudar impuestos y organizar el ejército, entre otras tareas. El ejercicio del poder administrativo y del poder judicial recaía en el sátrapa.
Además del Imperio persa, también los gobernadores del medo se llamaban sátrapas. Otro nombre por el que se conoce este imperio es Media, el cual se ubicaba en Asia, en la región habitada por los medos encerrada entre los ríos de Mesopotamia y el mar Caspio. Debemos incluir la dinastía Aqueménida, cuyo reinado comenzó con la fundación del Imperio persa en manos de Ciro II el Grande alrededor del año 550 a. C., y a algunos de sus herederos, como ser los imperios helenísticos y el sasánida.
En la mencionada dinastía aqueménida, que se extendió entre los años 521 y 486 a. C., el tercer rey se llamó Darío I, y destaca entre los demás por haber heredado el Imperio persa en su apogeo. En relación con los sátrapas, él tenía a su cargo el control y la supervisión de su desempeño para asegurarse de que no fueran más allá de los límites de su poder.
El sátrapa medo-persa
Antes de continuar debemos definir el término satrapía, que en este contexto sirve para designar el territorio que gobierna un sátrapa, que también puede indicarse como una provincia. Si bien su primer uso data de mediados del siglo V a. C., su origen es casi un siglo más antiguo.
Antes de que Ciro el Grande conquistase Media, sus emperadores trataban sus territorios como si fueran provincias, por medio de gobernadores vasallos y reyes. A causa de que los persas entendían la dignidad real y la divinidad como dos conceptos indivisibles, las dos decenas de sátrapas que designó Ciro no llegaron a ser reyes, sino que alcanzaron el rol de virreyes, y su gobierno estaba supeditado al de un rey. Esto no impidió que varios de ellos cometieran excesos de poder.
Darío I ofreció una organización para las satrapías que resultó más conveniente. En primer lugar, sumó tres a las veinte establecidas por Ciro. Las características de su elección y del alcance de su poder eran las mismas que se expresan en el apartado anterior. Cambises I, quien había gobernado antes que Darío, no se fiaba de la integridad de algunos de los sátrapas, por lo cual designó un secretario a cada uno para que los vigilara.
En sentido figurado
Por eso, en el lenguaje coloquial de la actualidad, se llama sátrapa a todo aquel que ostenta su poder y que gobierna o dirige de manera arbitraria.
Se puede mencionar como sátrapa, por lo tanto, a quien lleva adelante algún tipo de administración o gobierno con despotismo. Los sátrapas son autoritarios y toman decisiones según sus intereses e ideas personales, sin escuchar a la mayoría ni buscar consensos.
Al sentido original del concepto en la Antigua Persia y a su uso simbólico para aludir a los gobernantes tiranos o déspotas, hay que sumar otro significado: se le dice sátrapa al individuo que no tiene escrúpulos o que actúa sin ética.
Por ejemplo: “El dueño del hotel es un sátrapa, me quiere cobrar un montón de servicios que no utilicé ni pedí”, “Nunca haría negocios con el sátrapa de mi primo”, “En el mundo del periodismo hay muchos sátrapas que solo quieren ganar dinero”.