La noción de servilismo se asocia a lo servil: aquello propio de un siervo (un esclavo o alguien sometido). El concepto permite hacer mención a la postura de quien se encuentra subordinado absolutamente a algo o alguien. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, una segunda acepción de este término hace referencia a la ideología de los denominados servilones, las personas que apoyaron la monarquía absoluta a comienzos del siglo XIX.
Sometimiento, subordinación y adulación
El servilismo, en este marco, está vinculado al sometimiento, la subordinación y la adulación. Una persona que acata órdenes sin realizar ningún tipo de reflexión o cuestionamiento por más que sean contrarias a sus deseos o intereses, o incluso si sus consecuencias son dañinas para ella, está realizando un acto de servilismo.
Lo habitual es que el servilismo refiera a una tendencia desmedida a satisfacer a quien ocupa una posición de poder o se sitúa en un nivel superior en una escala jerárquica. El sujeto servil es lisonjero y abyecto, no se atreve a expresar su punto de vista si es contrario al del poderoso ni se anima a defender los intereses de sus pares.
Ejemplos de servilismo
Supongamos que un periodista entrevista al presidente de un país. A lo largo de la charla, el comunicador solo hace preguntas superficiales y elogia constantemente al mandatario. Muchos advierten el servilismo del reportero quien, ya sea por temor a eventuales represalias o por una conveniencia económica, elige no incomodar al dirigente político.
Tomemos el caso de un trabajador que empieza a desempeñarse como informador de su jefe con el afán de ganarse su consideración. Este empleado no duda en delatar a sus compañeros, exponiéndolos en diferentes situaciones, para congraciarse con el dueño de la empresa. Como se puede apreciar, se trata de un claro ejemplo de servilismo.
Sobra aclarar que ninguno de los dos profesionales está haciendo un buen trabajo, y no es necesario contar con los conocimientos técnicos de cada área para entenderlo. La sinceridad y la honestidad deberían ser las bases de cualquier profesión, de cualquier personalidad. Adular a alguien por miedo a su reacción si somos sinceros o traicionar la confianza de nuestros compañeros para conseguir un ascenso son actitudes deleznables, absolutamente injustificables.
Servil y servicial
Es importante no confundir los términos «servil» y «servicial», ya que no sólo tienen significados diferentes sino que el primero tiene una connotación negativa, mientras que el segundo, una positiva. Una persona servicial tiene una natural tendencia a ayudar a los demás, una necesidad de hacer que se sientan a gusto, de manera que lo hace con esmero y diligencia. Siempre que no exceda el límite de la propia voluntad, este rasgo la satisface y la convierte en alguien constructivo para la sociedad.
Como hemos visto en los párrafos anteriores, en cambio, una persona servil no se respeta a sí misma, ni tampoco actúa movida por un deseo genuino de ayudar. El servilismo no tiene buenas intenciones, no busca el bienestar sino que funciona como un mecanismo propio de la falta de libertad, de la imposición de ciertas reglas o expectativas que nublan la visión de quien lo lleva a cabo.
Con respecto a las palabras en sí mismas desde un punto de vista gramatical, no existe en nuestra lengua un sustantivo equivalente a «servilismo» para el adjetivo «servicial». Sin embargo, sí podemos hablar de «actitud servicial», tanto para describir a un individuo en particular o bien para definir el concepto en general como ideal a alcanzar: «Condenamos el servilismo pero apuntamos a formar personas con una actitud servicial, conscientes de los problemas ajenos para desarrollar su empatía al máximo».