La sialorrea es la elaboración de niveles excesivos de saliva. Este trastorno, que también se conoce como hipersalivación, puede deberse a la estimulación en exceso del sistema nervioso parasimpático o a una enfermedad que se registra en el nivel superior del tracto gastrointestinal.
El crecimiento de los dientes en los niños, la ingesta de determinados fármacos, el estado de embarazo y algunos tipos de intoxicaciones también pueden provocar la sialorrea, un signo clínico que permite a los médicos, en ciertos casos, diagnosticar enfermedades.
La saliva y la sialorrea
Cabe recordar que la saliva es un fluido de cierta viscosidad que se produce en la boca por acción de las glándulas salivales. Este líquido orgánico, compuesto por agua, moco y otros elementos, es clave en la digestión ya que permite formar el bolo alimenticio. La saliva, además, ayuda a la expresión oral gracias a la lubricación; contribuye a la cicatrización; brinda protección frente a bacterias; y posibilita conservar el pH neutro.
Las personas producen cerca de un litro y medio de saliva cada día, aunque dicho nivel disminuye con el correr de los años. Quienes padecen sialorrea, por lo tanto, tienen una producción mayor de saliva: es decir, generan más de un litro y medio de saliva al día por algunos de los motivos mencionados anteriormente.
Lo opuesto a la sialorrea es la hiposalivación: la mengua en la producción de saliva. Puede tratarse de asialia (la secreción de saliva se pierde en su totalidad) o de hiposialia (la secreción disminuye, pero no se pierde). Tanto la sialorrea como la hiposalivación pueden observarse y cuantificarse a través de estudios clínicos.
Los síntomas
Es importante resaltar que la sialorrea debe ser considerada un síntoma, así como se explica en un párrafo anterior, cuando se detallan algunas de las condiciones que pueden derivar en este exceso de producción de saliva. La medicina no cuenta con muchos estudios epidemiológicos que permitan hallar la causa con facilidad, y por eso diagnosticar y tratar la sialorrea sólo puede hacerse luego de estudiar detenidamente la historia clínica y aplicar alguna de las varias estrategias conocidas.
Por lo general, el diagnóstico se realiza por medio de una exploración física y una anamnesis completa (el análisis de un conjunto de datos de un paciente provenientes de su historia clínica). De acuerdo a la duración y la intensidad de la producción excesiva de saliva, varían las manifestaciones clínicas de este síntoma. Es común apreciar dermatitis en la zona del mentón, queilitis angular (una inflamación que lesiona la comisura del labio; si las fisuras son muy graves pueden estar acompañadas de sangrado al abrir la boca, e incluso presentar costras o úlceras de mediana profundidad) y descamación en los labios cuando la hipersalivación es continua.
Otros de los síntomas que suelen aparecer junto con la sialorrea es la fatiga muscular, que surge como resultado de forzar la acción de tragar el exceso de saliva, una cierta dificultad para articular los sonidos y alteraciones en la percepción de los sabores. Por otro lado se encuentran las consecuencias patológicas que se dan como resultado de perder proteínas, electrólitos y líquidos; en algunos casos, cuando a la sialorrea se suma una incontinencia salival, se crea una inevitable barrera social que puede atentar contra la situación laboral o estudiantil, además de provocar serios problemas psicológicos si se extiende por un período considerable.
La incontinencia salival no viene sola: como si no fuera suficiente humillación para una persona adulta ser incapaz de evitar el derrame de saliva, también aparece un fuerte olor debido a su acumulación y el rostro comienza a adoptar una expresión muy particular, generalmente con uno de los extremos del labio inferior «caído».