La noción de simbólico deriva del latín tardío symbolĭcus, a su vez procedente del griego symbolikós. Se trata de un adjetivo que se utiliza para aludir a aquello vinculado a los símbolos.
Expresado mediante un símbolo
Un símbolo es un elemento que permite representar una idea o una entidad mediante una asociación o por convención. Lo que se expresa con un símbolo y lo que simboliza algo, en este marco, se menciona como simbólico.
Un dibujo de un corazón rojo, por ejemplo, es un modo simbólico de representar o expresar el amor. Este sentimiento, de manera convencional, se asocia al corazón, que a su vez se plasma gráficamente de una forma específica. Así, un cierto trazo con un color en particular se convierte en un símbolo del amor.
Valor simbólico
El valor simbólico de un objeto, en tanto, va más allá de los factores propios de la economía y del mercado. Toda mercancía tiene un valor de cambio (relacionado con sus equivalencias en el marco de un sistema de comercio) y un valor de uso (vinculado a su utilidad). Además puede contar con un valor simbólico que surge a partir de significaciones y signos, trascendiendo la finalidad práctica del producto y su precio.
Un automóvil fabricado en 1960, por señalar un caso, hoy en día puede tener un valor de mercado muy bajo por su antigüedad. Sin embargo, si ese coche perteneció a un famoso artista, adquiere un valor simbólico elevado. Es importante señalar que en algunos casos puede ocurrir que un bien material del pasado adquiera un alto valor simbólico y también uno de mercado, precisamente por volverse codiciado por muchas personas.
Volviendo al ejemplo del automóvil, si además de haber sido discontinuado hace mucho tiempo perteneció a una persona famosa, es probable que ciertos coleccionistas ofrezcan sumas desorbitadas de dinero para hacerse con él. Sin embargo, los admiradores del artista quizás simplemente lo vean con cariño, como un vínculo material con esa persona a la que admiran pero nunca podrán conocer.
Alegoría sobre practicidad
Lo simbólico, por otro lado, es aquello que tiene mayor importancia alegórica o figurada que práctica o concreta. Un abrazo simbólico a un club en quiebra, por indicar un caso, implica una manifestación de apoyo o acompañamiento a la institución, pero no modifica por sí solo el problema de base.
También es posible señalar de simbólico un regalo muy económico o simple que hacemos a alguien cuando no tenemos dinero, por ejemplo, o bien cuando sabemos que no le estamos dando algo que realmente necesite o le resulte útil, pero lo hacemos para que sepa que pensamos en él. Al entregar un obsequio con estas características o con esta intención solemos decir «No es nada, es un detallito, es algo simbólico».
Otra situación en la cual un regalo se puede considerar simbólico es cuando una institución realiza un concurso cuyo premio es un monto ínfimo de dinero, que de ninguna manera puede contribuir con la situación económica del ganador. El motivo de tal decisión puede ser que sólo participen aquellas personas que deseen enfocarse en la experiencia, y que nadie lo haga impulsado por el premio.
Por último, un acto simbólico puede servir para expresar arrepentimiento ante un hecho irreversible que haya causado mucho daño. Precisamente, su valor práctico es nulo, pero en algunos casos puede marcar la diferencia si los sentimientos son auténticos. Es importante recordar que nunca está de más reconocer nuestros errores, desde los más pequeños hasta los más graves, sobre todo si han perjudicado a otras personas. Incluso en los peores casos, una disculpa puede ofrecerles un poquito de paz al demostrarles que somos conscientes de las consecuencias.