El socialismo utópico es el conjunto de las doctrinas socialistas que se desarrollaron antes de la aparición del socialismo científico propuesto por Karl Marx. Por eso también se lo conoce como protosocialismo, primer socialismo o socialismo pre-marxista.
El alemán Friedrich Engels acuñó la noción de socialismo utópico en 1880, al incluirla en «Del socialismo utópico al socialismo científico». De acuerdo a Engels, los primeros socialistas proponían una utopía con propuestas imposibles de concretar, a diferencia de los postulados del socialismo científico que él desarrolló junto a Marx.
Según la visión de Engels, el materialismo histórico era el método científico que le permitía al socialismo que ideó con Marx exhibir las contradicciones inherentes al capitalismo. El socialismo utópico, en cambio, no consideraba la existencia de una lucha de clases ni llamaba a la revolución para la creación de una nueva sociedad.
Referentes del socialismo utópico
Los referentes del socialismo utópico son varios filósofos que, si bien compartían ciertas ideas, no presentaban un pensamiento homogéneo entre todos. Por lo general se considera que los padres de este socialismo fueron los franceses Charles Fourier y Henri de Saint-Simon y el británico Robert Owen.
Fourier (1772–1837) ideó un tipo de comunidad conocida como falange o falansterio que podía constituirse como la base de una sociedad igualitaria. Estos establecimientos agrícolas funcionaban como lugares de residencia y unidades de producción y consumo, sin propiedad privada, con lo cual implicaban una forma de cooperativismo.
El falansterio contemplaba la idea de trabajo atractivo. Para Fourier, los salarios no debían ser todos iguales, sino que el talento tenía que recompensarse de una forma especial.
Este pensador indicaba que la humanidad tenía que atravesar siete fases hasta alcanzar la armonía. Luego de la confusión, el salvajismo, el patriarcado y la barbarie, Fourier consideraba que en su tiempo se estaba viviendo la etapa de la civilización. Con el falansterio, podría avanzarse primero hacia el garantismo y finalmente hacia la armonía, ya sin la existencia de injusticias.
El sansimonismo
Sansimonismo es el nombre que recibe la doctrina elaborada por Henri de Saint-Simon (1760–1825), otro de los precursores del socialismo utópico. Para este filósofo y economista, la sociedad debía ser reorganizada para satisfacer las necesidades de los trabajadores.
En este marco, era necesario crear un nuevo Estado donde los sectores productivos estuvieran a cargo de la administración, reemplazando a los nobles, los sacerdotes y otros actores ociosos.
Suele señalarse que el sansimonismo buscaba un capitalismo planificado y más equitativo. Si bien no rechazaba la propiedad privada, pretendía la eliminación de la herencia, con lo cual ya no se acumularía riqueza por traspaso generacional sino que estaría directamente asociada al esfuerzo de cada uno.
El socialismo utópico de Robert Owen
El socialismo utópico de Robert Owen (1771–1858) se basa en propuestas de reforma de la industria. Este empresario puso en marcha una serie de medidas en su propia fábrica para mejorar la situación de los obreros.
El owenismo no apoyaba la lucha de clases ni promovía una revolución. Por el contrario, confiaba en la fraternidad entre las personas para que las clases privilegiadas, haciendo uso de la razón, cedieran privilegios para beneficiar a los trabajadores.
La reforma del capitalismo, para Owen, permitiría que los pobres vivieran mejor y además posibilitaría tanto la transformación de la naturaleza humana como el surgimiento de un nuevo universo moral.
Otros aportes a esta rama del pensamiento
Además de Fourier, Saint-Simon y Owen, otros pensadores contribuyeron al desarrollo del socialismo utópico. El francés Étienne Cabet (1788–1856), por ejemplo, se volvió popular a partir de la publicación de «Viaje a Icaria», un libro centrado en una utopía comunista.
La visión de Cabet consistía en el desarrollo de colonias de propiedad comunitaria. Para él, la transición al comunismo debía ser pacífica y a través del convencimiento, no mediante la lucha de clases. Es importante indicar que Cabet formó el movimiento de los icarianos que llegó a crear colonias de este tipo en varias regiones de Estados Unidos.
El estadounidense Edward Bellamy (1850–1898) también se hizo conocido por una novela utópica que se conoce en español como «Mirando atrás». En la utopía de Bellamy no existen el dinero ni el mercado: las personas acceden a aquello que necesitan a través de una tarjeta que equivale a su aporte al producto anual de la sociedad.
El socialismo utópico y las sociedades perfectas
La fantasía de las sociedades perfectas anteceden a los modelos que aspiraban los referentes del socialismo utópico. Suele señalarse a La República de Platón como la primera obra que planteó, desde la filosofía, la conformación de una comunidad perfecta.
El término utopía, de todos modos, recién surgió en 1516 cuando se publicó el trabajo de Tomás Moro que lleva ese título. En su libro, Utopía era el nombre de una isla donde la sociedad estaba organizada de una manera idílica y todos los pobladores eran felices gracias al modo de gestión del Estado.
Tommaso Campanella, por su parte, dio a conocer «La Ciudad del Sol» en 1602. En este tratado utópico se presenta un nuevo orden social, político y religioso que se basa en la igualdad comunitaria.
Francis Bacon fue otro filósofo que imaginó una sociedad perfecta. En 1626, con la novela «La Nueva Atlántida», pergeñó una sociedad organizada perfectamente a partir de la aplicación de la ciencia y el control de los recursos naturales.
La presentación del Manifiesto Comunista
Cabe señalar que, teniendo en cuenta la definición de Engels, el socialismo utópico llegó a su fin con el desarrollo del socialismo científico. Por lo tanto, puede fijarse la separación entre ambas líneas en 1848, cuando se publicó el Manifiesto del Partido Comunista, comúnmente llamado Manifiesto Comunista.
Este texto redactado por Marx y Engels supuso la difusión del programa de la Liga de los Comunistas, un grupo revolucionario fundado en Londres. Allí se sientan las bases del marxismo ya que se hace alusión a la lucha de clases, el materialismo histórico y los enfrentamientos propios del modo de producción del capitalismo.
A partir de la presentación de estas ideas, para Engels se puede diferenciar entre el socialismo previo (el socialismo utópico) y el surgido con estos aportes (el socialismo científico), que no pretendía una reforma sino una revolución para generar una sociedad nueva.