Subempleo es la acción y efecto de subemplear. Este verbo hace referencia, de acuerdo a la Real Academia Española (RAE), a emplear a alguien en un puesto inferior al que le correspondería de acuerdo a su capacidad.
El subempleo puede surgir por diversos factores, aunque suele considerarse como un fenómeno instalado en la sociedad cuando el mercado laboral presenta distorsiones y las condiciones de empleo son precarias. Como consecuencia, los trabajadores afectados no logran acceder a los puestos que deberían ocupar según su formación y experiencia y terminan aceptando trabajar en otros cargos que implican una menor remuneración y prestigio.
Por ejemplo: un ingeniero no encuentra una empresa que le permita ejercer su profesión y termina aceptando un puesto de vendedor que sólo exige como requisito tener el título de educación secundaria. Se trata de un claro caso de subempleo, ya que el individuo está capacitado para ejercer una función laboral más compleja. El subempleo no tiene sólo consecuencias para el ingeniero, sino también para la gente sin formación universitaria que podría ocupar el puesto de vendedor pero que no logra competir contra alguien con un título de ingeniería.
El subempleo y el sistema laboral
Analizado desde un punto de vista estricto, el subempleo es una situación preocupante e involuntaria, que deja en evidencia la frágil organización del sistema laboral y la falta de previsión y planeamiento de un país. Si existen 400 puestos disponibles para una determinada profesión, una que dependa casi exclusivamente de una entidad para ser ejercida, entonces el número de graduados no debería superar las vacantes de manera excesiva.
¿Cómo prohibir a una persona que estudie lo que desea, que persiga su vocación? Seguramente no sería una medida muy democrática, pero existen formas justas de limitar el número de profesionales de cada campo. Hay países en los cuales se toma en cuenta el promedio de calificaciones de los estudios secundario para determinar si un individuo es apto o no para cursar la carrera que ha escogido. Tan frío pero tan organizado como parece, en una tabla se detalla, por ejemplo, el mínimo puntaje para aspirar a ser médico.
Luego pueden darse debates acerca del derecho a una segunda oportunidad que merece una persona que no haya brillado en su paso por la secundaria; por otro lado, hay mucha gente que se alegra al saber que sus médicos son personas brillantes a nivel académico. A favor de ambas partes, muchas mentes brillantes no han obtenido buenas calificaciones en sus estudios y muchos genios han sido temidos déspotas y abusadores (véase Adolf Hitler).
Un fenómeno recurrente
El subempleo es sin lugar a dudas un fenómeno lamentable para muchos profesionales que entregaron años de su vida al estudio de una carrera y al desarrollo personal. En un mundo sobrepoblado y con un exceso de universitarios sirviendo café, las empresas más importantes tienen a su disposición un despiadado arsenal de requisitos para sus campañas de ampliación de personal: pueden exigir las combinaciones más descabelladas de experiencia y formación, confiando en que darán con el empleado perfecto; la realidad, sin embargo, suele ser muy diferente.
Entre las personas que no superan una entrevista laboral por no cumplir con una serie «imposible» de requisitos, hay quienes cuentan con la intuición y la experiencia suficiente como para compensar sus puntos débiles. Del mismo modo, muchos de los afortunados no tienen más que títulos en su haber, y nunca han puesto en práctica sus conocimientos.
Otra acepción del término subempleo
Otro uso de la noción de subempleo está vinculado a las personas que trabajan sin regularidad o que solo trabajan una cantidad escasa de horas a la semana. Un vendedor ambulante que dedica tan solo dos horas al día a su trabajo se considera subempleado.
En resumen, el subempleo aparece cuando un individuo ocupado no alcanza un nivel de pleno empleo. Este último concepto, por su parte, está dado por la existencia de trabajo para todas las personas que lo buscan y por la productividad de dicho trabajo.