El adjetivo unilateral se emplea para calificar a aquello que se vincula o afecta a una única parte o dimensión de algo. El término también puede aludir a lo que se ubica solo en un lado.
Un contrato unilateral, en este marco, instaura obligaciones solamente para una de las partes. Cuando el contrato produce obligaciones recíprocas para las dos partes, se trata de un contrato bilateral.
Un ejemplo de contrato unilateral es el comodato. En este caso, una de las partes (el comodante) concede a otra (el comodatario) un bien no fungible para que lo utilice y luego lo devuelva en las mismas condiciones.
Como se puede advertir, el comodato es un contrato unilateral: la obligación es para el comodatario, que debe restituir el bien al término del contrato. El comodante, por su parte, mantiene la propiedad durante todo el convenio.
Este tipo de contrato unilateral es muy común en el mercado de las telecomunicaciones, en especial en el ámbito de los servicios de Internet: las empresas entregan a sus clientes un rúter en comodato para que lo disfruten a lo largo de toda la duración del contrato; sin embargo, a su finalización deben devolverlo en perfectas condiciones. Además de este dispositivo también suelen entregarse antenas con la misma obligación de restituirlas una vez finalizado el lazo comercial.
Otro tipo de contrato unilateral es el contrato de donación. Según estos acuerdos, un individuo le transfiere a otro, de manera gratuita, la propiedad de un bien. Hay un traspaso del dominio sin que exista una contraprestación.
A simple vista la donación puede parecer de una clase diferente al comodato, ya que no existe la obligación de restituir los bienes entregados por el donador. Sin embargo, dado que no se instauran obligaciones a ambas partes, no puede ser de tipo bilateral. La persona que recibe la donación no debe hacer nada al respecto, ni entregar dinero ni cumplir con ningún protocolo más que el adecuado a las circunstancias de recibir un regalo.
Lo unilateral también es aquello que decide una de las partes sin consultar a la otra y sin esperar su conformidad o aval. Por eso, cuando un territorio se vuelve independiente antes de conseguir un acuerdo con la entidad de la cual se separa, se habla de declaración unilateral de independencia.
Venezuela, Chile, Argentina y otros países sudamericanos, en este marco, se declararon independientes de forma unilateral en el siglo XIX. Así rompieron lazos con España sin aguardar la aceptación de la potencia europea.
En el terreno de los sentimientos se habla del amor unilateral, un concepto que sirve para definir esas relaciones desequilibradas en las cuales solamente una de las partes se enamora de la otra. La etapa en la que solemos vivir esto por primera vez es la adolescencia, cuando nos enamoramos de alguien que o no siente ningún interés por nosotros o bien no quiere más que una amistad. En la adultez también puede ocurrir, aunque la experiencia debería prepararnos para evitar este mal sabor.
No importa cuánto se esfuercen los especialistas de cualquier campo, el amor parece ser imposible de predecir y definir. Nos sorprende cuando menos lo esperamos y nos pone a merced de otra persona, que no siempre es la que mejor nos puede hacer. Lejos de poder controlar nuestras acciones o nuestras palabras, comenzamos a girar torpemente en torno a ella, soñando día y noche con ese momento mágico en el que nos demuestre que siente lo mismo por nosotros.
El amor correspondido, esa tierra prometida del adolescente que la mayoría de las veces no llega al primer intento. Sin embargo, a medida que crecemos, deberíamos aprender a evitar estas duras decepciones acercándonos a candidatos que consideremos más posibles de alcanzar.