El antecedente etimológico más cercano de almanaque es el vocablo del árabe hispánico almanáẖ, que puede traducirse como “calendario”. Este término, a su vez, deriva del árabe clásico munāẖ, que refiere a un “alto de caravana”. Esto está vinculado a la costumbre de algunos pueblos antiguos de comparar las posiciones de los astros con la ubicación de los camellos que estaban en ruta.
Organización del año
Puede decirse que un almanaque es un registro que incluye la totalidad de los días del año, organizados según las semanas y los meses, con diversos datos e informaciones de interés asociados a cada fecha.
Por lo general en un almanaque aparecen cuestiones vinculadas a la astronomía (como las distintas fases lunares) y a festividades (días feriados o festivos, celebraciones de carácter religioso). En muchos casos, el almanaque cuenta con espacios en blanco para que sea posible escribir en ellos, con lo cual también funciona a modo de agenda.
Es importante mencionar que almanaque puede usarse como sinónimo de calendario. La Real Academia Española (RAE), en este marco, define al calendario como un sistema que permite representar el paso del tiempo, detallando los días en agrupaciones superiores (años, meses, semanas). Además se llama calendario a las láminas que plasman de manera gráfica dicho sistema.
Publicación anual
La noción de almanaque, por otra parte, también se emplea para hacer referencia a una publicación de carácter anual que recopila noticias y datos de diferente tipo. Lo habitual es que estos almanaques se especialicen en un tema o un sector en particular: almanaque deportivo, almanaque agropecuario, etc.
Dada la flexibilidad de este formato y la gran diversidad de gustos e intereses intelectuales que existen en la actualidad, podríamos afirmar que no hay límites definidos para el tema que pueda cubrir un almanaque. En cada ámbito, les brinda la posibilidad a los interesados de tener cada mes una o más fotografías relevantes acompañadas de un texto descriptivo.
En el pasado, esto también existió, y de hecho se engloba en la llamada literatura de cordel (o de hilo), precisamente porque estas ediciones venían provistas de un cordel para colgarlas en los escaparates de las librerías para llamar la atención de los clientes. Este formato tan peculiar tiene al menos dos categorías, que dependen del uso al que se destinen: los que se pueden considerar de pequeño folletín y los pequeños libros. Los primeros se distribuyen en el ámbito rural o en poblaciones de menor tamaño a una ciudad; los otros, en cambio, se enfocan en un público propio de la ciudad.
Orígenes del almanaque
Antes del almanaque existió el calendario climático de Grecia, el denominado Parapegma. En el tratado de título fases de las estrellas, escrito por el destacado astrónomo Ptolomeo, encontramos los fundamentos de este antecesor del almanaque, en el cual podemos apreciar los cambios del clima a lo largo de las cuatro estaciones, los momentos del año en los cuales aparecen las estrellas y sus constelaciones y también los solsticios, entre otros sucesos relacionados con el Sol. Ya en el siglo I era posible predecir ciertos fenómenos meteorológicos gracias a las minuciosas observaciones que realizaban los astrónomos, y el Parapegma es un claro reflejo de los avances de aquella época.
Las primeras versiones del almanaque fueron admiradas por diversas culturas, y esto las llevó a tomar como referencia las ya existentes para adaptarlas a sus propias necesidades y llevarlas por diferentes caminos evolutivos. Como dato curioso, más allá de las cuestiones relacionadas con la astronomía y la meteorología, algunos traían consejos para vivir mejor, tanto a nivel espiritual como práctico. Sobra decir que la llegada de la imprenta generó un impacto innegable en este ámbito, más allá de la literatura, ya que permitió multiplicar la cantidad de unidades y expandir su difusión de manera considerable.