La noción de apátrida se emplea para calificar al individuo que no tiene nacionalidad. El término procede del vocablo francés apatride, a su vez derivado del idioma griego bizantino.
De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), un apátrida es alguien que ningún Estado reconoce como nacional. Esto quiere decir que no hay Estado que considere al apátrida como un ciudadano propio según los criterios establecidos por sus leyes.
Existen diversos motivos que pueden hacer que una persona se vuelva apátrida. Si nació en un territorio que está en disputa por dos o más países, por mencionar una posibilidad, puede quedar apátrida. Lo mismo si contaba con la nacionalidad de un Estado que desapareció o si forma parte de una minoría a la que el gobierno no le otorga el derecho a la nacionalidad.
Un sujeto que tiene una determinada nacionalidad, por otra parte, puede pasar a ser un apátrida por una disposición expresa de las autoridades del Estado o por propia voluntad. En el primer caso se puede mencionar lo ocurrido con los integrantes del llamado Movimiento Blanco, a quienes el régimen socialista les quitó la nacionalidad rusa a través de un decreto en 1922.
El filósofo Friedrich Nietzche, por otra parte, se transformó en apátrida en 1869 por su decisión. Ese año, Nietzche se instaló en Basilea (Suiza) y optó por renunciar a la ciudadanía prusiana. Dado que no adquirió la nacionalidad suiza ni trató de recobrar la prusiana más adelante, se mantuvo como apátrida el resto de su vida.
Es importante tener en cuenta que los apátridas cuentan con protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Una convención firmada por numerosos países, en tanto, resguarda sus derechos.
Un concepto relacionado con éste es el denominado Estatuto de apátrida. Recordemos que un estatuto es una regla o un establecimiento que goza de fuerza de ley y que crea para gobernar un cuerpo; también se puede entender como una ley especial para una región autónoma o bien como un régimen jurídico al que se someten los bienes y los individuos en referencia a su territorio o nacionalidad. En este caso en particular, se trata de la protección que un Estado le brinda a quien se reconoce como apátrida.
Cabe mencionar que este procedimiento no es muy común; de hecho, uno de los pocos países que lo tienen es España. Su presencia en el ordenamiento jurídico de esta nación es motivo de una gran seguridad jurídica y de hecho lo recomienda la Agencia de la ONU para los Refugiados (la cual se conoce con la sigla ACNUR). Esto se incluye en el Reglamento de reconocimiento pertinente, y permite que el Ministerio de Interior reconozca como apátridas a aquellos individuos que carecen de nacionalidad y cumplen una serie de requisitos recogidos en el año 1954 en la Convención sobre el estatuto de apátrida.
Dicha convención tuvo lugar en las Naciones Unidas para revertir la falta de protección internacional de las personas apátridas. Gracias a la existencia de este procedimiento, las personas que se reconocen como tal gozan del derecho a permanecer en el territorio español y a desempeñar un puesto de trabajo de forma absolutamente legal. Además, si no existen motivos de orden público o de seguridad que lo impidan, también reciben una tarjeta que acredita su condición y un documento de viaje que les da la posibilidad de viajar fuera de España.
En la actualidad, las personas que hacen el trámite para dar comienzo a la solicitud de este estatuto, automáticamente reciben acceso a las prestaciones sociales de los que piden asilo, aunque esto no se especifica en el reglamento.