El vocablo griego archaïsmós llegó al latín tardío como archaismus. Ese es el antecedente etimológico más cercano de arcaísmo, concepto que alude a la condición de arcaico: anticuado o antiguo.
Un arcaísmo, por lo tanto, es algo que parece propio del pasado. Puede tratarse de una consecuencia buscada a través de la imitación o de un efecto no deseado.
Por ejemplo: “Hay hombres que muestran su arcaísmo en el trato a las mujeres y que no aceptan los cambios de la sociedad”, “El arcaísmo en las costumbres de este pueblo rural es notorio y sorprende a los visitantes”, “Para mi generación hablar por teléfono es un arcaísmo, nosotros preferimos comunicarnos por redes sociales o WhatsApp”.
El arcaísmo como elemento lingüístico
Se llama arcaísmo, por otro lado, al elemento lingüístico que, respecto a una época, resulta anticuado por su significado y/o forma. El uso de este tipo de conceptos también recibe el nombre de arcaísmo.
Los arcaísmos suelen ser palabras que ya no se emplean, aunque fueran frecuentes en otros tiempos. Por eso su utilización en un momento determinado suele acotarse a un ámbito especializado o específico.
La literatura es el espacio que más se presta al uso de arcaísmos sin que esto resulte inapropiado, ya que por medio de la escritura es posible hacer referencia a cualquier época de la historia, así como publicar obras antiguas recién descubiertas o incluso adaptarlas a las características actuales de la lengua conservando la versión original para estudiar los cambios.
Fuera del ámbito académico, por otra parte, no es muy común encontrarse con un arcaísmo. Sin embargo, las personas mayores suelen aferrarse a ciertos términos que se usaban en su juventud, sobre todo en los pueblos y las zonas rurales, y esto representa un auténtico tesoro, vestigios de una porción de la lengua que inevitablemente desaparecerá. En este sentido debemos subrayar que un término o una expresión en desuso no es inferior a sus equivalentes modernos, ya que su «calidad» o efectividad no están relacionadas con su vigencia.
Algunos ejemplos
Tomemos el caso de “agora”. Esta noción significaba “en este momento”, tal como ocurre hoy con “ahora”. Si por estos días una persona dice “agora” en lugar de “ahora”, recurre a un arcaísmo: “Agora me voy al mercado y luego termino el trabajo”, “¿Qué estás haciendo agora?”, “¡Ven aquí agora!”.
Lo mismo puede afirmarse sobre “fermosura”, reemplazado por “hermosura”: “Ese vestido es una fermosura”, “Los paisajes de la zona se destacan por su fermosura”, “Mi niña es una fermosura”. En estos dos ejemplos notamos que tanto la letra G como la F fueron sustituidas por la H, algo que no se cumple en cualquier caso ni posición dentro de las palabras arcaicas, pero que resulta muy interesante.
Arcaísmos y la letra H
Si bien muchas personas consideran que la letra H es realmente inútil en nuestra lengua, ya que no la pronunciamos salvo en la conjunción CH (que bien podría reemplazarse por una nueva letra), existe una gran complejidad que le impide a la academia borrarla de nuestro alfabeto y mirar hacia delante. En primer lugar, no debemos olvidar que para duplas tales como uno-huno o ora-hora es crucial para disinguir palabras cuyos significados no tienen ninguna relación.
La H llegó a nuestra lengua partiendo del latín, y en sus orígenes también se pronunciaba aspirada, como si fuera una J suave. En aquella época, en español la F tenía una pronunciación similar, y fue por esta razón que a comienzos del siglo XIV muchas palabras que comenzaban con F pasaron a escribirse con h.