Se conoce como auspicio a una contribución, por lo general económica, para que pueda llevarse a cabo una determinada acción. Las personas, las empresas o las organizaciones que hacen el auspicio son conocidas como auspiciantes.
Por ejemplo: “Esta mañana, con el auspicio de la municipalidad local, se desarrolló una nueva edición del festival artístico Cultura Sin Fronteras”, “El director del canal me dijo que necesitamos conseguir nuevos auspicios si pretendemos que nuestro programa siga emitiéndose”, “Agradecemos el auspicio de Mersop S.A. para la realización de este evento”.
El auspicio como patrocinio
En un sentido más amplio, tal como detalla el diccionario de la Real Academia Española (RAE), el auspicio es un patrocinio, una protección o una asistencia que se brinda. Supongamos que un club planea realizar un encuentro deportivo sin fines de lucro. Para desarrollar el evento, requiere la asistencia económica de compañías o individuos dispuestos a ayudar. Finalmente, gracias a los auspicios reunidos que le permiten solventar los gastos, el club logra llevar a cabo el encuentro.
Conseguir el auspicio de empresas y particulares para realizar un proyecto no es fácil, y exige mucho trabajo de promoción. Nadie quiere invertir su dinero en un plan poco prometedor o expuesto de una forma pobre. Por otro lado, muchas veces el auspicio esconde la intención retorcida de un favor a cambio que no se expresa con claridad en el momento del acuerdo.
Un augurio
Auspicio también puede ser un augurio o una señal. En la antigüedad, la idea de auspicio aludía a la práctica que consistía en predecir el futuro a partir de supuestos signos detectados en las aves. Los adivinos (augures) observaban el cielo y, de acuerdo a las aves que encontraban y a su comportamiento, realizaban predicciones favorables o negativas. Los gobernantes, en este marco, solían tomar decisiones de acuerdo a los auspicios.
Esta acepción puede apreciarse directamente en la etimología de la palabra, ya que se compone del término latino usado para referirse a las aves y del verbo que podemos traducir como «ver, mirar». En un sentido literal, podríamos decir que auspicio significa «la persona que mira los pájaros».
El auspicio de la fundación de Roma
Entre los auspicios más conocidos, se atribuye uno a la fundación de Roma. La leyenda cuenta que Rómulo y Remo acordaron definir el lugar exacto demostrando su capacidad como augures. De este modo, se sentaron a observar el cielo: Remo vio seis buitres y Rómulo, el doble. A partir de la interpretación de este auspicio decidieron el sitio.
Entonces, Rómulo usó los auspicios para determinar el punto en el cual deberían ser puestos los cimientos de Roma, y por medio de una ley dejó prohibido a cualquier funcionario que admitiera empleos o cargos públicos, o incluso la propia dignidad real, hasta que no hubiese adquirido los auspicios favorables.
Importancia de estas predicciones
Si bien los auspicios como recurso fundamental para tomar decisiones relacionadas con los negocios privados y públicos, e incluso la unión en matrimonio, atravesaron diversos cambios a lo largo de la historia, tanto en los métodos que se usaban para obtenerlos como en los objetos involucrados.
Por ejemplo, uno de los tipos de auspicios se basaba en la trayectoria marcada por picas, flechas y dardos que los romanos lanzaban por el aire, la cual servía para predecir el final que tendría una determinada batalla. La explotación animal ha sido parte de nuestra historia desde tiempos inmemoriales, y por eso no podía faltar en esta disciplina adivinatoria. En este contexto, una de las prácticas consistía en uncir a dos animales y observar su comportamiento para determinar la suerte: si se chocaban, entonces el futuro no era para nada prometedor.
Algunos animales recibían heridas de muerte y el auspicio se desprendía del comportamiento que tenían antes de morir, del modo en el que se desplomaban o de los sonidos que emitían con sus últimas fuerzas.