Del latín avaritia, la avaricia es el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas. Desde un punto de vista religioso se trata de un pecado y de un vicio ya que trasciende lo lícito y lo moralmente aceptable.
La avaricia se diferencia de la codicia ya que ésta última supone el afán excesivo de riquezas, aunque sin la voluntad de atesorarlas. Los seres avaros pretenden acumular todo tipo de bienes materiales pero no están dispuestos a gastarlas o compartirlas.
Por ejemplo: «Mi tío Raúl lleva ahorrando toda su vida y, aunque sabe que no vivirá muchos años más, su avaricia le impide disfrutar de su fortuna», «No seas avaro y comparte tu riqueza con los más necesitados», «Miguel no podría ser más avaro aunque lo intentara: permite que su hija viva en la calle, sabiendo que cuenta con los medios suficientes para ayudarla; sólo porque espera que ella consiga su propio dinero a base de esfuerzo, sin importar las circunstancias, tal como él asegura haberlo hecho en su juventud».
Avaricia, pecado y delito
Es frecuente que la avaricia aparezca vinculada a otros pecados o a ciertos delitos, como la traición, la estafa y el soborno. El avaro sólo pretende sumar más y más riquezas y no conoce ningún límite legal o ético para cumplir con su objetivo. Si es necesario perjudicar a otra persona o pasar por encima de la ley, no tiene problema en hacerlo.
El lazo que el avaro establece entre la felicidad y las posesiones materiales es condenado por las religiones, sosteniendo que asociar el placer a un objeto impide el pleno desarrollo a nivel personal y nos aleja de la dimensión espiritual.
Ebenezer Scrooge, un persona emblemático
Una de las obras literarias asociadas a la fiesta de la Navidad con mayor repercusión a nivel mundial es sin lugar a dudas «Un cuento de Navidad«, uno de los títulos por los que se encuentra la traducción al castellano de la novela de Charles Dickens llamada «A Christmas Carol«, publicada en el año 1843 y objeto de un sinfín de adaptaciones cinematográficas y versiones infantiles.
Su protagonista, Ebenezer Scrooge, es un anciano muy avaro que lleva una vida triste y solitaria, entregada completamente al trabajo, en la cual no hay espacio para la Navidad. Se trata de un hombre que no ve más allá de su riqueza material, y que se horroriza ante la mera idea de ayudar económicamente a alguien. La persona más cercana a él, Bob Cratchit, es su único empleado y trabaja en condiciones propias de la explotación.
Pero la vida de Scrooge da un giro inesperado la noche de un 24 de diciembre, cuando se aparece frente a él el fantasma de un antiguo amigo y le cuenta que la avaricia que lo ha caracterizado toda su vida se convertirá en una pesada y extensa cadena que se verá obligado a arrastrar durante el resto de la eternidad. El espectro agrega que aún está a tiempo de cambiar, de salvarse de dicha condena, y que para eso deberá aceptar la compañía de tres espíritus, a los cuales deberá seguir y escuchar con atención.
A continuación, aparecen uno a uno los tres fantasmas de la Navidad: el de la Pasada, el de la Presente y el de la Futura. Cada uno lo lleva a recorrer diferentes escenarios de su vida, historias dramáticas que intentan explicar las terribles consecuencias que la avaricia ha tenido para él y su entorno, y advertirle de las desgracias que le esperan. El trabajo de los espíritus no es en vano, ya que consiguen abrirle los ojos. Finalmente, Scrooge deja a un lado su desprecio por los pobres y nace en él una fuerte vocación de ayudar, de compartir y de perseguir la riqueza interior, un concepto que hasta el momento había desconocido.