El vocablo persa bure pasó al árabe clásico como bawraq, que llegó al castellano como bórax. Así se llama a la sustancia formada por sodio y sal de ácido bórico.
El bórax, de color blanquecino, puede hallarse en la naturaleza. Su producción natural está vinculada a la evaporación de lagos estacionarios, un fenómeno que provoca su acumulación en depósitos.
A nivel industrial, el bórax puede sintetizarse partiendo de distintos compuestos del boro. Cabe resaltar que el boro es un elemento químico que aparece cristalizado o como polvo. Su número atómico es 5 y su símbolo, B.
El bórax tiene múltiples usos. Es habitual que se lo use para la elaboración de jabón y detergente: por sus características contribuye a la limpieza de la ropa, la vajilla, los artefactos del baño, los colchones y los azulejos, por ejemplo.
Por otra parte, el bórax se emplea como insecticida. Este producto permite mantener alejadas a las hormigas, las chinches, las pulgas y las cucarachas, entre otros insectos. También sirve para impedir que los roedores se acerquen.
Otras utilizaciones del bórax se encuentran en la fabricación de pintura, en la producción de vidrio y en el sector de la joyería como fundente en soldaduras. Incluso sirve como aditivo en múltiples procesos.
Es importante mencionar que, aunque el bórax tiene una toxicidad reducida, debe ser manipulado con precaución. En contacto con los ojos y la piel puede causar irritación, además de afectar las vías respiratorias. Otros de los efectos negativos incluyen náuseas y vómitos. Por eso se necesitan guantes para usarlo y se debe tener especial cuidado con los niños y las mascotas.
Las desventajas no terminan aquí, y de hecho cada vez son más las personas que dejan de usar bórax en pos de productos menos nocivos para conseguir los objetivos antes mencionados. Se trata de una decisión que prioriza la salud propia y la de quienes nos rodean, en particular de aquellos que por su edad o su falta de conocimientos acerca de los riesgos de este producto se vean perjudicados injustamente.
El caso del bórax es particular porque, como hemos mencionado en un párrafo anterior, se origina en la naturaleza, factor que por lo general va de la mano de la seguridad o la ausencia de riesgos. Sin embargo, en este caso estamos ante un producto que es preferible dejar a un costado y reemplazar por otro. Comencemos por un dato oficial: de acuerdo con la organización sin fines de lucro estadounidense denominada Environmental Working Group (también conocida por su sigla EWG), el bórax pertenece al grupo de mayor riesgo para el medio ambiente y la salud.
El EWG lleva desde el año 1992 investigando la toxicidad de los productos químicos más usados, la contaminación de las aguas y otros temas de gran importancia para el equilibrio del planeta, de manera que su opinión tiene un peso difícil de ignorar. Además de los problemas en las vías respiratorias que puede causar a cualquier individuo, se cree que el bórax tiene alguna relación con casos de asma, irritación en la piel y reacciones alérgicas.
Tampoco podemos dejar de mencionar su repercusión en el sistema reproductor: en el hombre, puede provocar un descenso en la cantidad de espermatozoides, afectar la libido; en la mujer, puede atentar negativamente contra su fertilidad o incluso afectar la placenta en el caso de embarazo.
Una de sus peores características es que atraviesa la piel con facilidad, incluso las capas más profundas. Esto resulta especialmente preocupante cuando encontramos bórax en ciertas cremas para bebés. Si deseamos productos capaces de limpiar y eliminar hongos y bacterias, siempre podemos recurrir al vinagre de vino blanco y el bicarbonato de sodio, que dan resultados excepcionales sin riesgo alguno.