El ciberacoso es una problemática del mundo moderno que exige un abordaje integral por parte del Estado y la comunidad en su conjunto debido a las serias consecuencias que acarrea. Este vocablo alude a la intimidación en línea, al hostigamiento virtual y, en definitiva, a toda clase de acoso llevado a cabo mediante el uso de la tecnología digital.
Al menos en Argentina, constituye un delito contemplado dentro del Código Penal, razón por la cual se debe aplicar la legislación a la hora de castigar a la persona hallada culpable de realizar un acto de ciberacoso.
Dada la enorme cantidad de gente de distintas edades, géneros y nacionalidades que, hoy en día, tiene acceso a Internet desde múltiples dispositivos (teléfonos móviles, ordenadores de escritorio, notebooks, tablets, etc) es indispensable y sumamente importante hacer a escala local, regional, nacional e internacional campañas de concienciación, prevención, sensibilización, asesoramiento y asistencia a las víctimas. A cualquier edad se pueden recibir amenazas en línea, padecer una extorsión o sufrir un acoso cibernético de diversa índole, por esa razón es necesario informarse, tomar recaudos, estar en alerta (especialmente respecto a los menores de edad que utilizan redes sociales, se entretienen con videojuegos en línea, se comunican a través de servicios de mensajería instantánea, etc) y denunciar todo caso de ciberacoso.
Tipos de ciberacoso
Según se desprende de la práctica y del análisis de quienes investigan y proponen medidas de protección frente al acoso en línea, existen múltiples tipos de ciberacoso.
El grooming es una de las tantas modalidades de acoso virtual. Se apela a ese término para identificar el acto deliberado por parte de alguien mayor de edad para contactar, asediar o intimidar vía Internet a niños y/o adolescentes (es decir, menores de edad que, ingenuamente, terminan confiando en adultos ciberacosadores) con una finalidad sexual.
También es necesario saber qué y cómo es el ciberbullying para poder detectarlo y darle batalla. Este concepto refiere al acoso psicológico y al maltrato que se llevan a cabo mediante plataformas y servicios de comunicación virtual. Las víctimas, menores de edad, resultan humilladas, fastidiadas, perseguidas, ridiculizadas, agredidas y amenazadas por otros chicos o jóvenes.
Existe, asimismo, el sexting. Así se conoce a la acción de generar contenidos de índole pornográfica, erótica o sexual y enviarlos por email, mensajes de texto, foros en línea o redes sociales a un contacto de confianza. En ocasiones, las imágenes o los videos íntimos surgen bajo el consentimiento de quien se observa en pantalla, pero no necesariamente acepta que ese material circule masivamente o llegue a ciertos destinatarios. Un hackeo, un robo o la traición de una pareja/expareja pueden derivar en una extorsión o una pornovenganza vinculada a la difusión de documentos privados sin la aprobación o el conocimiento de la persona que aparece en escena.
Otra práctica dañina enlazada al universo virtual ha sido bautizada como doxing. Se basa en la recopilación y divulgación de datos privados de un sujeto (o más) contra la voluntad de los afectados (o su ignorancia respecto al hecho) con la intención de develar información personal o visibilizar ciertas cuestiones que dañen la imagen pública / profesional de ellos.
Tampoco hay que pasar por alto, naturalizar ni permitir el desarrollo de trolling, una clase de abuso que por lo general comete gente que aprovecha el anonimato en línea para descalificar, incomodar, asustar, insultar o dañar psicológicamente a usuarios de una red social o comunidad virtual.
Prevención y educación
Se requiere un esfuerzo enorme en materia de prevención y un fortalecimiento de la educación para, en algún momento, poder erradicar el ciberacoso o, al menos, frenar su avance.
El trabajo en implementación de estrategias de protección debe ser constante (como el control parental, los filtros web, etc) al igual que las acciones de concientización y las investigaciones para desarrollar soluciones tecnológicas. Las regulaciones y políticas gubernamentales, las leyes contra el ciberacoso, la respuesta policial y el accionar de la Justicia, en tanto, deben acompañar la lucha contra toda clase de acoso.
Los especialistas en prevención del ciberacoso sugieren configurar los ajustes de privacidad con el objetivo de mantener un minímo control de quien puede, o no, acceder a contenidos de un sitio web, perfiles en redes sociales, etc. Está la alternativa, incluso, de bloquear a determinadas cuentas, usuarios o perfiles para evitar futuros contactos o localizaciones, además de la posibilidad de poner una cuenta en modo público o privado. Claro que también es esencial actuar rápidamente al detectar (o padecer) un episodio de acoso virtual.
Es importante, tanto en el hogar como en el ámbito académico, tener y brindar educación en seguridad digital buscando estimular conductas saludables y cuidadosas al navegar por Internet.
Tutores, padres y educadores tienen el desafío (y la responsabilidad) de dialogar con niños y adolescentes conduciéndolos por el camino de los valores y los hábitos positivos.
Impacto psicológico del ciberacoso
Cada víctima lo transita de manera única, muy personal, pero siempre el ciberacoso tiene un impacto muy serio que desestabiliza y deja secuelas psicológicas alarmantes.
En principio, suele hacer un negativo efecto en la autoestima. Quien resulta afectado/a por el acoso digital a menudo experimenta trastornos del sueño, comienza a sufrir problemas escolares (o laborales, según corresponda) y puede hasta autolesionarse. Es habitual, además, el aislamiento social y los signos de ansiedad y/o depresión entre los destinatarios de los acosos que, en determinadas circunstancias, ante el agobio, el terror y el desgaste mental que afrontan, eligen (erróneamente) el suicidio como única solución para ponerle fin a su tormento.
Informes y estadísticas
A través de informes y estadísticas se le da notoriedad a la cada vez más expandida y preocupante problemática del acoso. Un estudio impulsado en territorio español por la Universidad Complutense de Madrid y la Fundación ColaCao, por ejemplo, ha permitido saber que alrededor de la mitad de jóvenes que han sufrido bullying admite que padeció ciberacoso. Más del veinte por ciento de las víctimas encuestadas declaró que, en al menos una ocasión, intentó quitarse la vida.
Un trabajo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) correspondiente a 2022, por otra parte, expuso que en suelo mexicano más de nueve millones de mujeres y casi ocho millones de hombres sufrieron ciberacoso.
Cifras de Colombia, por otra parte, dan cuenta de más de trescientas denuncias de ciberacoso y casi 700 por calumnias o injurias padecidas vía redes sociales que fueron recibidas en el Centro Cibernético de la Policía durante 2023.