Se conoce como cleptocracia al sistema de gobierno que, en lugar de buscar el bien común, está centrado en el enriquecimiento de sus propios dirigentes, para lo cual aprovecha los recursos públicos.
La cleptocracia, por lo tanto, supone la institucionalización de la corrupción y del robo en beneficio de los gobernantes. Este tipo de sistema apela al clientelismo, al nepotismo y a otros mecanismos para saquear al Estado.
Se entiende por clientelismo a la metodología que pone en práctica cualquier persona con poder, como puede ser un gobernante, cuando otorga a otras determinados beneficios con la condición de recibir algo a cambio, especialmente favores, sumisión o apoyo ideológico. En el caso específico de la política, donde suele usarse mucho este término, los candidatos a cargos públicos pueden apoyarse en el clientelismo para conseguir más votos.
Otro de los conceptos relacionados con cleptocracia que se menciona en el primer párrafo es nepotismo; puede definirse como la preferencia que cierto funcionarios públicos tienen a la hora de otorgar puestos de trabajo, ya que escogen a sus seres allegados, como ser sus familiares y amigos, sin que importe si poseen las aptitudes necesarias. En países donde no reina la cleptocracia, el nepotismo es considerado una forma de corrupción.
Aunque en todos los sistemas de gobierno se pueden registrar hechos de corrupción y acciones ilegales, lo que distingue a la cleptocracia es la extensión de estas prácticas a todos los ámbitos y como esencia del régimen. Esta particularidad garantiza la impunidad, ya que no hay sector del poder que esté exento del delito. Si el Poder Ejecutivo controla al Poder Legislativo y domina al Poder Judicial, la cleptocracia puede afianzarse y perpetuarse.
Entre las prácticas más habituales de una cleptocracia se encuentran el desvío de los fondos del presupuesto nacional (el dinero no se utiliza para aquello a lo que debería destinarse) y el aumento de impuestos (que permite al gobierno disponer de fondos adicionales sin tener que brindar una contraprestación directa). Los gobernantes que se enriquecen, por su parte, suelen contar con testaferros y cuentas bancarias en paraísos fiscales para que no resulte sencillo probar los delitos.
El concepto de testaferro se usa en varios ámbitos, como ser la psicología, la literatura y las leyes, para hacer referencia al individuo que suplanta a otro a nivel legal, cediéndole su identidad por completo incluyendo su nombre y su firma, o bien representando su papel social en un plano jurídico. En el contexto de la cleptocracia, un testaferro es quien presta su persona para la ejecución de negocios fraudulentos a cambio de ciertos beneficios, como ser la evasión de impuestos. Cabe señalar que en Uruguay y España, por ejemplo, esta figura no se considera ilegal.
Un sistema tan corrompido como en una cleptocracia suele provocar graves daños al país. El robo y el mal uso del dinero público destruyen la economía, generando desempleo. Los problemas sociales, a su vez, no son atendidos de manera adecuada por los gobernantes. Así se multiplican la pobreza, la violencia y otros flagelos.
Desde un punto de vista histórico, América Latina y África han sido las partes del mundo donde más casos de cleptocracia se han registrado. Por otro lado, ciertos analistas usan la palabra «cleptocracia» para criticar de forma negativa los procesos políticos gracias a los cuales las grandes compañías consiguen influir en el ambiente político de un país.
El activista norteamericano Ralph Nader utilizó el término «cleptocracia» para describir a su propio país durante las elecciones del año 2000, dándole el sentido mencionado en el párrafo anterior. Cabe mencionar que en este caso es más correcto hablar de plutocracia, la organización de una sociedad según la cual los más ricos son quienes controlan el gobierno.