Complicidad es la cualidad de cómplice. Este término, que procede del latín complex, refiere a quien expresa o siente solidaridad o camaradería para con otra persona. Por ejemplo: “Cuando terminó de hablar, miró a su alrededor en busca de una mirada cómplice”, “Ambos tienen una gran complicidad ya que comparten el mismo tipo de humor”, “Una pareja nunca debe perder la complicidad”.
La complicidad es parte esencial de una amistad; se trata de un matiz de la unión entre dos seres vivos que implica un profundo conocimiento del otro, de sus necesidades, de sus gustos, de sus puntos débiles y de sus fortalezas. Ser cómplice de alguien, dentro del contexto de las relaciones interpersonales, significa estar juntos física y mentalmente, entenderse y completarse mutuamente.
Complicidad según el derecho
Para el derecho, un cómplice es una persona que participa o está asociada en un delito, sin haber sido la autora directa del mismo. Esto quiere decir que el cómplice coopera con la ejecución delictiva con actos previos o simultáneos: “El asesino ya ha sido detenido, pero ahora estamos buscando a los cómplices”, “Los investigadores creen que un robo de esta magnitud no pudo realizarse sin la participación de varios cómplices”, “Juárez aseguró que actuó sin ningún tipo de complicidad por parte de la Policía”.
La figura legal del cómplice está presente en todos los ordenamientos jurídicos, aunque con diferentes matices y tratamientos, ya que pueden distinguirse distintas formas de complicidad.
Clasificación de acuerdo al rol
El cooperador necesario es el cómplice que realiza un acto imprescindible para la ejecución del delito (es decir, sin la cooperación del cómplice, el delito no podría haberse llevado a cabo). Un ladrón, para ingresar a robar a un domicilio, necesita que el dueño de la casa salga a la calle; para eso tiene un cómplice que toca el timbre y lo engaña haciéndose pasar por un trabajador de la compañía eléctrica. En este caso, el cómplice es el cooperador necesario (sin su acción, la persona no habría salido de su casa y el delito no se habría cometido).
El cómplice propiamente dicho, en cambio, es aquel que coopera pero que no resulta necesario para que el delito se concrete. Esta figura surge muchas veces por una combinación de necesidades: existe el líder, que para ser requiere de una serie de súbditos a los cuales guiar, sobre los cuales imponer su mandato; y, por otro lado, están quienes buscan la guía de un individuo más seguro, más determinado que ellos, para conocer con claridad el camino que han de recorrer y no tener que trazarlo por ellos mismos.
Complicidad, sumisión y fidelidad
En este contexto, la complicidad tiene muchos matices de sumisión, de entrega, ya que hay una figura más fuerte, que prevalece y que marca el comportamiento que los demás deben tener o el plan que deben ejecutar. Se trata de un acuerdo, implícito o no, que concede a una persona el poder de decidir por los demás y le asegura que sus ideas serán respetadas. En una relación de esta clase, los cómplices no siempre reciben un espacio para expresar sus sentimientos y sus opiniones; aunque muchas veces son ellos mismos quienes escogen no contar con él.
Así como en la complicidad que supone una amistad, en este caso también se da por sentado un alto grado de fidelidad, una promesa de estar juntos en las buenas y en las malas. Si bien una de las partes parece estar en desventaja, es necesario recordar que el cómplice de un criminal ocupa ese rol por razones que sólo él puede entender, por cuestiones emocionales que lo llevan a preferir quedarse en segundo plano, bajo la sombra de otra persona.