El término condolencia deriva de la acción de condolerse: experimentar compasión, compartir un dolor. El concepto suele emplearse en plural (condolencias) para referirse a la participación en un dolor ajeno o a la expresión de pésame ante una pérdida.
Por ejemplo: “El dueño de la empresa le hizo llegar sus condolencias a la viuda”, “El presidente envió sus condolencias a los familiares de las víctimas”, “Los vecinos expresaron condolencias por la tragedia del joven”.
Las condolencias son expresiones que una persona realiza para hacer pública su tristeza por el fallecimiento de alguien y para comunicarles a los familiares y amigos del fallecido que comparte su pesar. Estos mensajes se realizan como una manera de acompañar a quienes están sufriendo y de manifestarles su apoyo.
Con respecto al término pésame, que en muchos contextos puede actuar como sinónimo de condolencias, resulta interesante señalar que se trata de la forma en desuso para expresar «me pesa», es decir, el verbo luego del complemento indirecto, a diferencia de lo que diríamos hoy en día. A quien le hace llegar a otra persona sus condolencias o le da el pésame «le pesa» el fallecimiento, comparte el peso con ella y se lo hace saber a través de esta sencilla acción.
Muchas veces las condolencias se desarrollan siguiendo fórmulas protocolares o que plasman el respeto. Los gobernantes y los dirigentes suelen comunicar sus condolencias a personas que no conocen utilizando estas fórmulas que son aceptadas socialmente. Un mensaje de condolencias puede ser el siguiente: “Quiero expresarle mis sinceras condolencias por el reciente deceso. Anhelo que pueda hallar pronta resignación ante la pérdida y que el alma del difunto descanse en paz”.
También es posible expresar condolencias de manera informal, cuando alguien quiere consolar a un amigo o a un familiar por una pérdida. En estos casos, se pueden pronunciar frases como “Lo siento mucho, cuenta conmigo para lo que necesites” o “Estamos contigo en este duro momento, todos los que te queremos te ayudaremos a salir adelante”.
Y al entrar en el terreno de la informalidad comenzamos a divisar la variedad de formas en las que cada sociedad espera o admite que las personas expresen su empatía por la pérdida ajena: en primer lugar, tenemos los saludos y las frases hechas, los mensajes formales que nos enseñan a repetir para usar en ámbitos corporativos; luego, la lengua también nos brinda formas de expresar condolencias a nuestros seres allegados, de forma aparentemente espontánea.
Pero es importante señalar que muchas personas sienten una gran incomodidad a la hora de enfrentar el fallecimiento de alguien cercano a un amigo o conocido, y no saben cómo reaccionar, a pesar de conocer las frases y maneras antes mencionadas. En la mayoría de las culturas occidentales, la muerte es motivo de tristeza honda, es un suceso del cual se prefiere no hablar para evitar que los recuerdos nos angustien; toda esta carga negativa que nos inculcan desde pequeños se vuelve en nuestra contra a la hora de decir un simple «lo siento mucho».
Se conoce con el nombre de libro de condolencias a aquél que se coloca en los servicios exequiales o funerales para que los asistentes escriban en sus páginas sus mensajes de tributo a la persona que está siendo velada. Una vez más, si bien existen tendencias con respecto al uso de este libro, dado que se trata de algo tan íntimo es probable que los seres allegados a la familia del fallecido escriban en un tono cercano y cariñoso, recordando anécdotas o promesas, o haciendo referencia a secretos que nunca saldrán a la luz, quizás usando códigos internos para que nadie pueda descifrarlos.