Se denomina conjuro a la fórmula o expresión mágica que, al ser pronunciada, permite obtener aquello que se pide. Un conjuro, en este marco, es el acto y el resultado de conjurar: invocar la asistencia de algo sobrenatural, expresar exorcismos.
Los conjuros permiten la realización de acciones mágicas, como la concreción de un hechizo. También sirven para alejar a los demonios o a los espíritus malignos. Este tipo de acciones exceden a la razón y la lógica: por eso la aparición de conjuros suele limitarse al terreno de la ficción o de las creencias sobrenaturales. Una persona racional que queda en medio de un incendio, por ejemplo, no apelará a un conjuro para apagar las llamas, sino que buscará un matafuego o llamará a los bomberos.
Así como el uso de un conjuro puede alejar a ciertas fuerzas malignas también nos permite invocar una fuerza sobrenatural o una divinidad para que nos asista en una situación extrema, por lo general relacionada con un ataque demoníaco o una posesión. En los rituales de exorcismos se incluyen diversos conjuros para ordenar a los espíritus que abandonen el cuerpo que han tomado por la fuerza.
Uno de los conjuros más conocidos es “abrakacadra” o “abracadabra”. Esta es la palabra que suelen pronunciar los magos y los hechiceros para realizar una acción extraordinaria.
Claro que en el ámbito de la religión los conjuros pueden consistir en frases construidas en lenguas muertas, algo que se puede apreciar en los exorcismos cristianos. El griego y el latín son dos de las lenguas preferidas para la creación de conjuros, y muchos expertos aseguran que aumentan la potencia y la efectividad de los mismos. Si nos enfocamos en abracadabra, su etimología nos propone tres posibles orígenes: «yo creo como hablo», dicho en arameo; «iré creando conforme hable», dicho en hebreo; «abraxas», un término que aparece en ciertas piedras antiguas y que ha sido usado como talismán, aunque su traducción no se conoce.
Es importante distinguir entre los términos conjuro y hechizo, ya que se encuentran íntimamente ligados. Como se expresa más arriba, a través de la pronunciación de un conjuro es posible, entre otras cosas, realizar un hechizo, es decir, un acto de magia que puede alterar la realidad. Este concepto se usa en contextos litúrgicos a diario, así como en la ficción, y la tendencia general es a creer que no es más que una ilusión.
Supongamos que, en el marco de una novela de fantasía, la novia del protagonista es hechizada por un villano y convertida en una roca. Un brujo le dice al personaje principal que, para revertir el hechizo, debe encontrar el conjuro correspondiente en El Libro de la Magia y leerlo en voz alta bajo la luna llena. El protagonista, tras acceder al libro, aguarda la llegada de la luna llena y luego grita junto a su novia transformada en roca: “¡Aveterix polsti masute comorix!”. El conjuro resulta efectivo y la joven recupera su forma humana de manera inmediata.
“El conjuro”, por último, es el título en castellano con el cual se conoció, en América Latina, a la película estadounidense “The conjuring”, cuya dirección estuvo a cargo de James Wan y entre los protagonistas encontramos a Vera Farmiga, y Patrick Wilson, quienes interpretan dos de sus roles recurrentes: Lorraine y Ed Warren, los famosos parapsicólogos.
La trama de la película El conjuro se basa en un caso real: en la década de 1970, una familia norteamericana comienza a presenciar fenómenos paranormales en su vivienda, situada en un entorno rural. Su vida era normal hasta que estos sucesos comienzan a atormentarlos; uno de los primeros elementos es el extraño comportamiento de su perro, quien repentinamente decide no entrar en la casa e intenta indicarles a los humanos que algo no va bien.