La noción de contubernio, que tiene su fuente etimológica en el latín (contubernĭum), se utiliza para nombrar a un acuerdo o una asociación que resulta censurable o indigna. El término puede aplicarse sobre pactos ilícitos, conspiraciones u otros entendimientos que merecen repudio.
Por ejemplo: “Creo que Ariel tiene un contubernio con Ramírez”, “El gerente se indignó al descubrir un contubernio entre varios de sus empleados y los directivos de la competencia”, “No voy a tolerar ningún contubernio en el seno de este partido político”.
El contubernio, una alianza
La idea se ha empleado para definir diversas alianzas a lo largo de la historia, siempre con una connotación peyorativa.
Así podemos encontrar referencias al contubernio de judíos, comunistas y masones, una supuesta asociación entre estos grupos para controlar al mundo. Esta improbable alianza es esgrimida por antisemitas, anticomunistas y grupos opositores a la masonería.
El término durante el franquismo
Los seguidores de Francisco Franco, por otra parte, bautizaron como Contubernio de Múnich al IV Congreso del Movimiento Europeo que se desarrolló en la ciudad alemana en 1962. La calificación intentó minimizar la participación de más de un centenar de políticos de España que se oponían al franquismo.
Más precisamente, este hecho tuvo lugar a lo largo de los días 5 y 6 de junio, y de la reunión participaron 118 políticos de España, pertenecientes a casi todas las organizaciones que se oponían al régimen de Franco. Sobra decir que este último se sorprendió ante la noticia y acusó a todos sus participantes de traidores.
El contexto del Contubernio de Múnich
Para brindar un poco de contexto a la situación, debemos remontarnos a comienzos de abril de 1962, una primavera especialmente difícil para los españoles. Por aquel entonces, tuvo lugar una huelga sin precedentes de ciento cincuenta mil trabajadores del ámbito de la minería; el primer pozo en frenar su actividad fue el Nicolasa de Mieres, y poco a poco se sumaron las demás minas de Asturias.
El resultado de tal paro, que se extendió a lo largo de dos meses, fue el aumento de los salarios y del precio del carbón, un beneficio para los empresarios. No sólo los mineros asturianos se levantaron, sino que la huelga incluyó otras industrias de varias provincias. Guipúzcoa, Vizcaya y Asturias recibieron el decreto de estado de excepción por parte del régimen el día 4 de mayo, y tan sólo ocho días después la prensa nacional se vio obligada a minimizar el conflicto minero por medio de una nota, en la cual también resaltaba las virtudes de los asturianos.
Este hecho no pasó desapercibido para los opositores del franquismo, quienes tampoco pudieron ignorar la represión que tuvo lugar durante la huelga que acabó de una forma tan alejada a la legitimidad que deberían perseguir los trabajadores. La fuerza de sus planes para derrocar a Franco crecía día a día, a veces bajo las narices del propio régimen haciendo uso de ciertos privilegios propios de la vida política.
Alrededor de ochenta de los militantes contra el franquismo que participaron del Contubernio de Múnich se encontraban en España, mientras que el resto habían sido exiliados, especialmente republicanos y socialistas. Para que la reunión fuera viable, los comunistas no fueron admitidos.
El concepto en el Imperio Romano
Más allá de este tipo de uso, también se sigue tomando al contubernio o contubernium en el sentido propio que le daban los romanos. En este caso, hay que mencionar que un contubernio era una especie de tienda o carpa en la que convivían ocho soldados durante su entrenamiento o campaña. El término también permitía denominar a la unidad militar que formaban estos soldados.
Los contubernios, a su vez, podían agruparse de a diez para formar una centuria, otra unidades del ejército de los romanos. Al mando de las centurias estaba el centurión, un oficial de alto rango.