El adjetivo definitivo, que procede del vocablo latino definitīvus, califica a aquello que concluye, remata, resuelve o consuma algo. Lo definitivo no puede revertirse ni dejarse sin efecto.
Por ejemplo: “El cierre definitivo del local tendrá lugar el próximo viernes”, “El gobierno se comprometió a publicar un informe definitivo sobre lo ocurrido durante los disturbios, detallando los daños y la cantidad de detenidos”, “Es definitivo: el club alemán rechazó la oferta y anunció que no venderá al delantero”.
Para estudiar la etimología de este término es necesario remitirnos al verbo definir, que hace referencia a «entender algo con precisión». Cuando definimos una palabra o un problema, exponemos una serie de rasgos que los caractericen, establecemos una serie de límites que nos ayuden a distinguirlos de otras cosas que se relacionen con ellos. En el caso particular de definitivo, se agrega el sufijo -ivo, que se usa en la formación de adjetivos y ciertos sustantivos que tienen la capacidad para lograr lo que significa su base, o bien que se inclinan a ello.
Tomemos el caso de una empresa que enfrenta una grave crisis económica. En el último año, para que su deuda no se incremente demasiado, se vio forzada a despedir trabajadores y a limitarse a ofrecer ciertos productos en un intento por recortar sus costos. Sin embargo, el balance de la compañía sigue siendo negativo. Ante esta situación, el dueño anuncia el cese definitivo de sus actividades: esto quiere decir que la empresa ya no funcionará más.
Supongamos, por otra parte, que dos personas están negociando la venta de un automóvil. El vendedor fija un precio inicial y luego el interesado en comprar el vehículo realiza una oferta más baja. La negociación continúa con distintas propuestas hasta que el potencial comprador decide hacer un último ofrecimiento, anunciando que ese precio para él es definitivo ya que no está dispuesto a pagar un centavo más. Esta decisión marca el final de las charlas.
En el marco de un proceso electoral, se llama escrutinio definitivo al recuento de votos con validez legal, que se lleva a cabo bajo la dirección de un juez electoral. En este escrutinio se resuelve la situación de los votos recurridos e impugnados. Ya agotadas las instancias de apelaciones, el escrutinio definitivo permite acceder al resultado definitivo de las elecciones, que fija la atribución de los cargos.
El término definitivo ha cobrado mucha popularidad en los últimos tiempos, especialmente en el ámbito de productos tales como películas, videojuegos y dispositivos electrónicos. En estos casos, se habla de «la versión definitiva» de algo, para hacer referencia a una que haya sido revisada por sus creadores, que haya recibido el pertinente proceso de corrección de errores y a la cual se le hayan agregado diferentes características que la vuelvan mejor que la original, al punto de poder considerarla «impecable».
Si bien hay quienes creen que la versión definitiva de un producto no es más que una excusa para volver a venderlo, también hay muchos fanáticos que aprecian estas nuevas entregas de sus películas, juegos o aparatos favoritos, con mejoras y contenido extra que los vuelven extremadamente tentadoras. En los primeros dos casos, es costumbre que los creadores agreguen contenido nunca antes publicado.
La versión definitiva de una película, por ejemplo, suele incluir escenas inéditas, las cuales se presentan sin todas las capas de posproducción presentes en el resto de la cinta, y muchas veces con anotaciones en pantalla que le dan un toque muy cercano, ya que llevan al público a la sala de edición y le dan una idea más precisa del esfuerzo que tomó el proyecto. También puede haber biografías de los actores, contenido interactivo y comentarios de los cineastas.
